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((**Es12.331**) Acercábanse, mientras tanto, los ejercicios espirituales de otoño: era la hora de que los novicios resolvieran el gran problema, de hacer o no hacer la petición de los votos. Para asistirlos y ayudarlos en un asunto de tanta importancia y preparar todo lo necesario a los ejercitandos, don Julio Barberis se trasladó hasta allá, desde donde escribió enseguida al Beato, informándole acerca del estado de los ánimos e invitándole a hacerles una visita. El diligente ((**It12.387**)) maestro de novicios estaba algo afligido por algunas deserciones habidas. El Siervo de Dios le contestó con esta interesantísima carta. Mi querido Barberis: En tu carta, junto con las afectuosas palabras de nuestro siempre querido don Juan Bautista Lemoyne, me propones que dé un paseo a Lanzo; pero los asuntos que tenemos aquí entre manos, y mi salud que reclama unas atenciones, que yo querría rehusar, me lo impiden al menos por ahora. Pero, si hace falta, cada novicio puede escribirme e incluso venir a Turín. Parece, sin embargo, que las dificultades deben presentarse, más bien cuando uno ingresa en el noviciado, que cuando hace la profesión religiosa, la cual depende enteramente de la voluntad individual. Será bueno que tú les digas que la petición de hacer los votos no comporta ninguna atadura y que, después de los ejercicios, cada uno es completamente libre. Las reflexiones había que hacerlas sobre todo a lo largo del año, como prudentemente lo han hecho muchos; ahora parece que no queda por hacer más que dar un puntapié al mundo y decir con san Alfonso: Mundo, para mí no existes; para ti yo ya no soy: ya todas mis aficiones las he entregado al Señor. El me ha enamorado tanto con su amable bondad, que de otros bienes creados en mí deseo no hay. Ahora quiero contarte un sueño, fábula o historia que forjó mi mente la noche de la festividad de Santa Ana. Vi un pastor que trabajaba por alimentar, proporcionar buenos pastos y alejar del peligro a sus ovejas. Hacía un año que estaba empeñado en aquel trabajo, había sudado mucho, y estaba contento de sus fatigas porque las ovejas estaban muy gordas, muy cargadas de lana, y producían leche abundante. Cuando llegó el tiempo del esquileo, señaló el día e invitó a algunos amigos para hacer un poco de fiesta. El buen pastor penetró muy temprano en el redil y se dio cuenta de que faltaban algunas ovejas. ->>Dónde han ido a parar las ovejas que faltan?, preguntó. Y se le respondió: -Vino un hombre, les propuso mejores pastos y, así ilusionadas, se marcharon con él. Es todo lo que sabemos. -íPobre de mí!, dijo el pastor lleno de aflicción. De aquellas ovejas por las que (**Es12.331**))
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