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((**Es12.33**) escrita a cada uno en particular; y que sus palabras sonaran y se repitieran mil veces en el oído de cada uno, para que nunca se olvidasen. Pero espero que, por el afecto que me tenéis, por el interés que ponéis en vuestros deberes, sobre todo en practicar los consejos de vuestro Padre espiritual y amigo en el Señor, me daréis la gran satisfacción, no sólo de ser fieles a estas recomendaciones, sino que, además, las interpretaréis en el sentido que más y mejor puedan contribuir a la mayor gloria de Dios y de nuestra Congregación. Con esta persuasión y la esperanza de poder volver a encontrarme con vosotros dentro de poco, pido a Dios que os bendiga a todos y os conceda buena salud y el precioso don de la perseverancia en el bien. En fin, rezad por mí, que siempre seré en Jesucristo Nuestro Señor, Turín, 12 de enero de 1876. Vuestro afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. Al Oratorio Sólo poseemos dos <> dirigidas a los alumnos del Oratorio, notables las dos por su contenido y la entonación con que las dio. En la primera, que fue el 7 de enero, la intensidad ((**It12.28**)) del frío obligó al buen Padre a recomendar los medios más oportunos para defenderse contra los efectos del crudo invierno; después dio noticias de los misioneros, y por último, con la mayor espontaneidad, prorrumpió en un encantador discursito sobre Jesús Sacramentado y el espíritu misionero. Prestad atención, queridos hijos, porque voy a daros algunas normas que, si las practicáis, os irán muy bien. Cuando os encontréis en el salón de estudio, en el comedor o en la sala de visitas, es decir, en lugares donde el ambiente es más caliente, no os abriguéis mucho; y cuando salgáis de ellos, poneos una bufanda al cuello o un pañuelo a la boca y a la nariz, durante algunos minutos, para defenderos de respirar el aire frío inmediatamente después del caliente, pues esto podría causaros mucho daño. Lo mismo sucede al entrar y salir del dormitorio. Por la mañana, cuando os levantáis de la cama, procurad no salir del domitorio durante unos minutos para no impedir la transpiración de los poros, dilatados bajo las mantas, y, si tuviereis que salir, al menos abrigaos bien. Cuando os acostéis procurad que las mantas os tapen el cuello, pues, si el cuello y los hombros quedan expuestos al aire, poco o nada os aprovecharía tener encima mucha ropa, aun cuando fuera un colchón. Procurad también poner encima vuestra ropa, para estar más calientes. Esto no va para los que tienen un montón de mantas, sino para los que no las tienen. Pero aquéllos, a quienes los padres no les han provisto, pueden decir si tienen frío o no, porque se les proporcionaría en seguida lo necesario, como ya se ha hecho a muchos; pero no os quedéis ateridos, sin decir nada, exponiéndoos de este modo a muchas enfermedades. Yo mismo he visto que algunos iban con ropa de verano y, al preguntarles por(**Es12.33**))
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