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((**Es12.329**) o, como entonces se decía, examinarse del método o habilitación para ensenar. En años anteriores se iba a la escuela normal de Novara. Allí daban ocasión los candidatos salesianos para que se hablara mucho de ellos por su buena preparación, de suerte que llegaban a don Bosco felicitaciones privadas y públicas. El año 1876 el Ministerio designó como único centro para los libres las escuelas regias, como cabalmente era la de Pinerolo. El Obispo de allí concedió a los clérigos de don Bosco generosa hospitalidad en su seminario. Habían trabajado mucho para prepararse, porque les tocaba, como vulgarmente se dice, repicar e ir en procesión, esto es, estudiar y trabajar; pero el éxito compensó sus sudores, pues todos aprobaron y merecieron elogios del Presidente de la Comisión examinadora y del Delegado Provincial de Enseñanza. Con don Cipriano al frente, que los había acompañado a Pinerolo, ingresaron alborotando en el refectorio, ya desierto, y corrieron a besar la mano de don Bosco, que acababa su parco desayuno. El Siervo de Dios les felicitó por sus laureles, y les dijo que tenía la intención de enviarlos después de la Asunción a pasar las vacaciones que se habían ganado. A uno de ellos, el de salud más endeble, el clérigo ((**It12.385**)) Juan Rinaldi, futuro fundador de la casa de Faenza, díjole don Bosco: -Mira, ahora has terminado tus intensos trabajos, estás cansado y delicado. Deseo que pases unas buenas vacaciones, pero quiero que sean a tu gusto. Piensa, pues, en cuál de nuestras casas te agradaría más pasar algún tiempo y cuyo clima crees que mejor te iría. Vete allí enseguida y pasa allí tus vacaciones; te dejo plena libertad de elección. El buen clérigo prefirió Turín para poder estar siempre con don Bosco. Lo que no podía tolerar el Beato era que los clérigos le hablasen de ir a pasar las vacaciones en su casa. Con todo, también en ese punto era preciso tener prudencia. Veía perfectamente la necesidad de acabar resueltamente con esas salidas; pero también comprendía que haría vacilar a más de uno en su vocación el romper de golpe. -Las innovaciones, decía, se deben introducir poco a poco y casi insensiblemente. Introducidas de esta manera, los recién llegados las encuentran definitivamente establecidas y ya no les duelen ni se preocupan, y los antiguos se conforman fácilmente. Al multiplicarse las casas, resultaba fácil proporcionar a los hermanos la necesaria distracción, enviándolos uno acá, otro allá, al monte o al mar, según la necesidad de cada cual. Así dispuso que los clérigos novicios fueran a pasar un mes en Lanzo. Mas, para que fueran (**Es12.329**))
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