((**Es12.327**)
prematuramente a los salesianos. Cada uno expuso
su opinión. Don Bosco estuvo oyendo el pro y el
contra; tomando después la palabra y siguiendo
adelante con su acostumbrada calma ((**It12.382**))
durante casi un cuarto de hora, exponiendo su
pensamiento, dando casi una conferencia sobre el
asunto y documentándolo no sólo con
consideraciones teóricas, sino también con
ejemplos caseros. Parecieron tan interesantes las
cosas oídas que Barberis se apresuró a ponerlas
por escrito.
-Cada uno de nosotros, decía don Bosco, que
muriese víctima del trabajo, traerá a otros ciento
a la Congregación. Sí, es verdad, y yo me alegro y
estoy orgulloso de ello; se trabajaba mucho entre
nosotros. Pero que los sacerdotes fallecidos en
casa, como he oído decir a alguno, hayan sido
realmente víctimas del trabajo, no; eso no me
parece verdad en absoluto. Trabajaron mucho,
fueron valientes campeones; descansando, hubieran
podido prolongar su vida; pero todos ellos tenían
alguna enfermedad, que los médicos juzgaban
incurable.
-Don Víctor Alasonatti tenía un tumor en la
garganta; había acudido ya a todos los medios, a
todos los remedios para curar; los muchos médicos
consultados le prometían siempre la curación, pero
no se llegaba nunca a ningún resultado positivo.
En el último año de su vida yo volví a mandarle
por obediencia que se cuidase, sin mirar gastos;
obedeció, pero todo fue inútil, el tumor le ahogó.
También don Domingo Ruffino trabajaba
extraordinariamente, pero el origen de su
enfermedad y de su muerte fue un gran resfriado.
Fue de Turín a Lanzo, bajo un enorme aguacero y
sin mudarse de ropa, totalmente empapado, fue a
confesar en la parroquia, confesó largo tiempo,
porque era la Semana Santa, agarró una tos
fortísima, quedaron afectados sus pulmones y
murió. Don Augusto Croserio daba clase y trabajaba
mucho, es verdad; pero padecía desde joven del
corazón, y éste fue el mal que lo llevó a la
tumba. De don César Chiala todos sabemos que el
Gobierno aceptó su dimisión de director de correos
a causa de su delicada salud. Dígase lo mismo de
otros, que trabajaron mucho; no fue propiamente el
trabajo lo que los ha matado. Quien podría
llamarse víctima del trabajo sería don Miguel Rúa;
y estamos viendo que el Señor nos lo ha conservado
hasta ahora con bastantes fuerzas.
((**It12.383**)) -Pero,
aun cuando fuera verdad lo que se dice, íqué
gloria sería morir por trabajar demasiado! Dios
reserva para estos sacrificios preciosos
galardones no sólo en el cielo para el que
sucumbe, sino también en la tierra para la
Congregación, a la cual, si le quita uno, le envía
otros ciento. Nuestra Congregación no disminuirá
nunca; al contrario, irá siempre en aumento,
mientras se trabaje mucho y reine
(**Es12.327**))
<Anterior: 12. 326><Siguiente: 12. 328>