((**Es12.324**)
Oportunamente, tomaba una de aquellas tiras,
escribía en ella una palabra, un nombre o trazaba
una señal; luego, en el recreo de después de la
comida, con aquellas anotaciones en la mano, se
acercaba a uno, paraba a otro, llamaba a un
tercero; eran aquéllos a los que tenía algo que
decir, y, al decírselo, empleaba las expresiones
de don Bosco:
->>Quieres hacerme un favor?... >>Estarías
dispuesto a ir a tal lugar?... >>Sabrías decirme
qué tal te va en los estudios?... >>Encuentras en
tu cargo alguna dificultad?... >>Quieres que
hablemos de esto, de aquello?...
Terminaba también de la misma manera que don
Bosco:
-Siempre alegre... Siempre buenos amigos...
íAnimo!
Recuerda don José Vespignani que no sólo se
admiraba aquella su gran solicitud, sino que casi
se tenía gusto de ser apuntado en sus papelitos
para tener ocasión de entretenerse un instante con
él. Y dice que sus llamadas hacían mucho bien,
mantenían despiertos y alertados en su deber a los
hermanos e inspiraban generosos sentimientos.
Don Miguel Rúa tenía junto a sí varios
secretarios, a los que no se conformaba
simplemente con repartirles el trabajo, sino que
examinaba sus aptitudes y los preparaba para
diversos oficios, máxime para llevar la
administración de nuestras casas. Para ello se
había buscado toda una serie de manualitos,
manuscritos y prontuarios, donde se explicaban los
métodos contables que se empleaban en nuestras
casas: eran registros de misas, de limosnas,
libros de contabilidad y de pensiones, cuadernos
para las listas de cooperadores y ((**It12.379**))
anotaciones de donativos y después tantos otros
prontuarios cuantas son las secciones de la
administración interna y externa, como la
sacristía, los talleres, la librería, la cocina,
la despensa, almacenes, lavandería y todo lo
demás. Con invencible paciencia y admirable
claridad enseñaba a los noveles la manera de
cumplir las diversas operaciones administrativas y
cómo tomar nota de las partidas y pasarlas al
libro mayor, despertando y cultivando en ellos la
idea de la gran importancia que tienen la
exactitud y la precisión en la economía doméstica.
A don Miguel Rúa iba a parar la mayor parte de
la correspondencia. Al clasificarla ponía
acotaciones y repartía a los secretarios las
cartas, cuya respuesta podían ellos redactar y
pasar luego a él para que estampara su propia
firma. Muchas llevaban ya al margen breves
indicaciones escritas por don Bosco, que solía
remitir al criterio de don Miguel Rúa el despacho
de recados y encargos, la aceptación gratuita de
muchachos, la acción de gracias por limosnas de
menor cuantía, las peticiones de aspirantes. Don
José Vespignani, a quien don Miguel Rúa puso en el
número de sus secretarios desde los primeros
(**Es12.324**))
<Anterior: 12. 323><Siguiente: 12. 325>