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clérigos, una vez provistos por el Oratorio, ya no
se darían por aludidos. Don Bosco se daba perfecta
cuenta del importe total, puesto que, según las
previsiones, iban a ser unos ochenta los que
vestirían la sotana. Pero no se le ocultaban los
inconvenientes. El primero era la pérdida de no
pocos aspirantes, ya que algunos, para no tener
que batallar con los suyos, volverían a sus
familias, y otros, ante la presión de los padres
reacios a pagar, no aguantarían. El segundo
inconveniente era de carácter psicológico; los más
de los restantes, al ver las dificultades de los
padres para juntar poco a poco aquella cantidad,
vivirían apenados, con daño para su formación.
-Verdad es, dijo, que nuestra situación
económica es desastrosa, pero de alguna manera
saldremos a flote. Así alcanzaremos un gran bien.
Si un joven llega a ser un buen sacerdote, >>no
hemos de considerar bien remunerados nuestros
sacrificios? Y, si después se queda en la
Congregación, pagará él por muchos. Tenemos aquí
en casa jóvenes cuya pensión la pagan los
dominicos, los jesuitas, los filipenses, los
oblatos. Veo cómo estas Congregaciones cargan con
estos gastos por la esperanza de que sus
protegidos puedan después ingresar en su
Instituto. Y, sin embargo, las más de las veces no
ingresan o, después de ingresar, se salen. íCuánto
mejor, pues, podemos hacerlo nosotros, a quienes
no nos cuestan tanto; nosotros, que apenas nos
damos cuenta de si tenemos un alumno más o menos,
una boca más o una menos!
((**It12.374**)) Otro
proponía que, para sanear la economía, se
multiplicasen los colegios, de donde se pudieran
sacar socorros. No menos categórica fue la
respuesta del Beato:
-Es necesario que nos ocupemos mucho de los
muchachos pobres. Necesitamos también colegios;
pero los oratorios, los hospicios, las casas para
muchachos abandonados son semillero de muchas
vocaciones, e instrumento de un bien
extraordinario. El mayor bien que se puede hacer
es establecer un gran número de casas como el
Oratorio de Turín, como el Hospicio de San Pier
d'Arena, como el Patronage de Niza, donde haya
estudiantes y aprendices, pobres o de mediana
condición, donde se aprenda música instrumental y
vocal y haya toda clase de ocupaciones, es decir,
donde personas de toda suerte puedan encontrar un
puesto adecuado para ellas. Si comenzamos nuestras
casas con este plan, humildemente, recogiendo
chicos desamparados, somos bien vistos por todos,
buenos y malos, y ninguno nos pone trabas.
Podremos también montar nuestras escuelas sin
tantos diplomas y programas, y educar a muchos
jóvenes adictos a nosotros e instruirlos. Y ya que
los malos no nos protegen, podremos, al menos,
esperar que no nos molesten.
(**Es12.320**))
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