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como Turín aquello resultaba verdaderamente
providencial para las familias, que no podían
tener a los hijos encerrados en casa ni vigilarlos
en la calle; pero resultaba sobre todo una
verdadera bendición para los mismos muchachos.
Solía ser el tiempo para pescar muchos pececillos,
que nunca iban a confesarse. íCuántos de ellos no
habían ido nunca a recibir el sacramento de la
penitencia! Al preguntarles desde cuándo no se
habían confesado, la mayor parte contestaba:
-Desde Pascua.
De suerte que, sin aquellos cursillos
estivales, no se habrían preocupado por acercarse
a los sacramentos antes de la Pascua siguiente. De
aquella manera, por el contrario, se ofrecía a sus
parroquias la ocasión de comuniones generales y se
preparaba convenientemente a los no confirmados
para recibir la confirmación. Verdad es que, a los
pocos meses, no se volvían a ver las caras de
aquellos alumnos improvisados que tornaban a
quedarse sin guía ni freno; pero, mientras tanto,
habían adquirido un discreto conocimiento de la
religión, habían tomado la saludable costumbre de
los sacramentos, ya no tenían respeto humano ni el
tonto miedo del confesor. Este fue el motivo por
el que don Bosco, mientras las circunstancias se
lo permitieron, mantuvo, a costa de cualquier
sacrificio, estas escuelas de verano.
El Ayuntamiento de Turín solía concederle algún
subsidio para ellas; pero en 1876 se negó a ello.
Invitó a aquellos señores ((**It12.359**)) a
visitarlas, pero no acudieron. Entonces don Bosco,
deseoso de saber la causa de aquella novedad, se
presentó al alcalde y, cuando fue recibido, le
dijo:
-Nosotros hacemos lo que podemos para remediar
una necesidad de la ciudad. Pero resultan muy
grandes los gastos para que un ciudadano privado
pueda sostenerlos; con todo, con que sus señorías
me presten alguna ayuda, por pequeña que sea,
estoy dispuesto a hacer este sacrificio.
Parecía que el alcalde no sabía qué contestar;
pero, como don Bosco insistiera, le dijo que
pasara al despacho del conde Riccardi, encargado
de dar respuesta a aquella cuestión.
->>Pero voy en nombre de usted?, preguntó don
Bosco.
-Puede usted ir en ni nombre, porque le
corresponde a él dar respuesta a esto.
->>No tendría alguien que me acompañara, para
que el Conde esté convencido de que voy enviado
por una autoridad?
->>Y a quién quiere que le mande?
-íBasta un ordenanza!
El alcalde le proporcionó uno. Llegado don
Bosco al despacho del
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