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tanto que hacer, que no se sabe por donde empezar
para librarnos de nuestras ocupaciones, haya quien
peque de ocio? Respecto a los jóvenes, me parece
que trabajan, que estudian y que en el recreo no
pierden el tiempo. Yo no sabía explicarme aquello.
Pero me fue respondido:
-Y con todo, se pierden muchas medias horas.
->>Y de la gula?, me decía yo. Parece que entre
nosotros no se pueden cometer pecados de gula
aunque uno quiera. No tenemos ocasión de faltar a
la templanza. Los alimentos no son regalados, ni
tampoco las bebidas. Apenas si se proporciona lo
necesario. >>Cómo pueden darse casos de
intemperancia que conduzcan al infierno?
De nuevo me fue respondido:
-íOh, sacerdote! Tú crees que tus conocimientos
sobre la moral son profundos y que tienes mucha
experiencia; pero de esto no sabes nada; ((**It12.355**)) todo
constituye para ti una novedad. >>No sabes que se
puede faltar contra la templanza incluso bebiendo
inmoderadamente agua?
Yo, no contento con esto, quise que se me diese
una explicación más clara y, como estaba el
refectorio aún iluminado por la Virgen, me dirigí
lleno de tristeza al Hermano Miguel para que me
aclarase mi duda.
Miguel me respondió:
íAh, querido, en esto eres aún novicio! Te
explicaré, pues, lo que me preguntas.
-Respecto de la gula, has de saber que se puede
pecar de intemperancia, cuando, incluso en la
mesa, se come o se bebe más de lo necesario; se
puede cometer intemperancia en el dormir o cuando
se hace algo relacionado con el cuerpo, que no sea
necesario, que sea superfluo.
Respecto al ocio has de saber que esta palabra
no indica solamente no trabajar u ocupar o no el
tiempo de recreo en jugar, sino también el dejar
libre la imaginación durante este tiempo para que
piense en cosas peligrosas. El ocio tiene lugar
también cuando en el estudio uno se entretiene con
otra cosa, cuando se emplea cierto tiempo en
lecturas frívolas o permaneciendo con los brazos
cruzados contemplando a los demás; dejándose
vencer por la desgana y especialmente cuando en la
iglesia no se reza o se siente fastidio en los
actos de piedad. El ocio es el padre, el
manantial, la causa de muchas malas tentaciones y
de múltiples males. Tú, que eres director de estos
jóvenes, debes procurar alejar de ellos estos dos
pecados, procurando avivar en ellos la fe. Si
llegas a conseguir de tus muchachos que sean
moderados en las pequeñas cosas que te he
indicado, vencerán siempre al demonio, y con esta
virtud alcanzarán la humildad, la castidad y las
demás virtudes. Y si ocupan el tiempo en el
cumplimiento de sus deberes, no caerán jamás en la
tentación del enemigo infernal y vivirán y morirán
como cristianos santos.
Después de haber oído todas estas cosas, le di
las gracias por una tan bella instrucción, y
después, para cerciorarme de si era realidad o
simple sueño todo aquello, intenté tocarle la
mano; pero no lo pude conseguir. Lo intenté por
segunda vez y por tercera, pero todo fue inútil:
sólo tocaba el aire. Con todo yo veía a todas
aquellas personas, las oía hablar, parecían vivas.
Me acerqué a don Víctor Alasonatti, a don Domingo
Ruffino, a mi hermano, pero no me fue posible
tocar la mano a ninguno de ellos.
Yo estaba fuera de mí y exclamé:
-Pero >>es cierto o no es cierto todo lo que
estoy viendo? >>Acaso éstas no son personas? >>No
los he oído hablar a todos ellos?
El Hermano Miguel me respondió:
-Has de saber, puesto que lo has estudiado, que
hasta que el alma no se reúna
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