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En el centro del mismo estaba la Virgen, que se
asemejaba, no sé si a la estatua que está bajo los
pórticos o a la del mismo comedor, o a la de la
cúpula o también a la que está en la iglesia. Mas,
sea como fuese, el hecho es que estaba radiante de
una luz vivísima que iluminaba todo el comedor,
cuyas dimensiones en todo sentido habían aumentado
cien veces más, apareciendo esplendoroso como un
sol al mediodía. Estaba rodeada de bienaventurados
y de ángeles, de forma que el salón parecía un
paraíso.
Los labios de la Virgen se movían como si
quisiese hablar, para decirnos algo.
Los que estábamos en aquel refectorio éramos
muchísimos. Al espanto que había invadido nuestros
corazones sucedió un sentimiento de estupor. Los
ojos de todos estaban fijos en la imagen, la cual
con voz suavísima nos tranquilizó diciéndonos:
-No temáis; tened fe; ésta es solamente una
prueba a la cual os quiere someter mi Divino Hijo.
Observé entonces a los que, fulgurantes de
gloria, hacían corona a la Santísima Virgen y
reconocí a don Víctor Alasonatti, a don Domingo
Ruffino, a un tal Miguel 1, hermano de las
Escuelas Cristianas, a quien algunos de vosotros
habréis conocido y a mi hermano José; y a otros
que estuvieron en otro tiempo en el Oratorio y que
pertenecieron a la Congregación y que ahora están
en el Paraíso. En compañía de éstos vi también a
otros que viven actualmente.
Cuando he aquí que uno de los que formaban el
cortejo de la Virgen dijo en alta voz:
-Surgamus! (íLevantémonos!).
Nosotros estábamos de pie y no entendíamos qué
era lo que nos quería decir con aquella orden, y
nos preguntábamos:
-Pero >>cómo surgamus? Si estamos todos de pie.
-íSurgamus!, repitió más fuerte la misma voz.
Los jóvenes, de pie y atónitos, se habían
vuelto hacia mí, esperando que yo les hiciese
alguna señal, sin saber entretanto qué hacer.
Yo me volví hacia el lugar de donde había
salido aquella voz y dije:
-Pero >>qué es lo que tenemos que hacer? >>Qué
quiere decir surgamus, si estamos todos de pie?
((**It12.352**)) Y la
voz me respondió con mayor fuerza:
-Surgamus!
Yo no conseguía explicarme este mandato que no
entendía.
Entonces otro de los que estaban con la Virgen
se dirigió a mí, que me había subido a una mesa
para poder dominar a aquella multitud, y comenzó a
decir con voz robusta y bien timbrada, mientras
los jóvenes escuchaban:
-Tú que eres sacerdote debes comprender qué
quiere decir surgamus. Cuando celebras la Misa,
>>no dices todos los días sursum corda? Con esto
entiendes elevarte materialmente o levantar los
afectos del corazón al cielo, a Dios.
Yo inmediatamente dije a voz en cuello a los
jóvenes:
-Arriba, arriba hijos, reavivemos,
fortifiquemos nuestra fe, elevemos nuestros
corazones a Dios, hagamos un acto de amor y de
arrepentimiento; hagamos un esfuerzo de voluntad
para orar con vivo fervor; confiemos en Dios.
Y hecha una señal, todos se pusieron de
rodillas.
Un momento después, mientras rezábamos en voz
baja, llenos de confianza, se dejó oír de nuevo
una voz que dijo:
1 Romano, director de la casa de noviciado de
los Hermanos en Turín.
(**Es12.302**))
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