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quiero igual al más distinguido entre vosotros que
al más humilde aprendiz. Todos son hijos míos y
para salvarlos daría mi misma vida; porque ellos
son y deben ser todos, al decir de san Pablo,
gaudium meum et corona mea (mi alegría y mi
corona).
7.° Otro medio para luchar contra este enemigo
de la castidad, este demonio..., siento decirlo,
pero, estando como estamos nosotros solos aquí,
quiero daros un aviso que os será muy útil.
Cuando se va a los retretes, hay que procurar
alejarse enseguida después de usarlos, pues es
allí donde el demonio comienza a asaltar, allí en
el lugar más asqueroso.
Si uno se retira enseguida, gana mucho, porque
se aparta de la ocasión de faltar a tan preciosa
virtud; de lo contrario, el demonio trabaja,
trabaja terriblemente contra quien se encuentra
tan solo, empieza también la fantasía a trabajar y
a veces puede traer funestísimas consecuencias.
Si antes se venció la intemperancia para
guardar la bella virtud, o mejor, opusimos el
ieiunium a la tentación, en este caso se debe
ejercitar la oratio.
8.° Por la noche tomad esta buena costumbre.
Cuando estáis para meteros bajo las sábanas, rezad
despacito una oración y veréis cómo el demonio ya
no os tentará.
-Pero, dirá alguno, yo me duermo enseguida, tan
pronto como estoy ((**It12.23**)) en la
cama.
-íDichoso tú! -le respondo yo-. Esto es lo que
yo quiero.
Otro me dirá:
-Yo, en cambio, a veces paso horas sin poder
dormirme.
A éste le contestaré:
-Reza, reza siempre.
-No tengo ganas.
-Reza, esfuérzate, reza porque el Señor, al ver
tanta humildad y confianza, te dará fuerza
suficiente para resistir esas graves tentaciones y
hará que salgas vencedor.
Hace tiempo vino a verme el profesor Garelli,
hoy Delegado Provincial de Enseñanza; y me decía a
este propósito:
->>Sabe usted cómo me las compongo, para que
esa fea bestia del demonio nocturno, no me ataque?
-No, repuse; >>cómo lo consigue?
-De una manera muy sencilla. Apenas me meto en
la cama, empiezo a contar de uno a mil. He de
confesar que la cifra máxima a que llego es
cincuenta; más aún, no recuerdo haber llegado
nunca a ella. Me duermo enseguida y, a la mañana
siguiente, me despierto con la imaginación y la
mente tranquilas.
Otros tienen la buena costumbre de repasar
mentalmente antes de dormirse un canto de Dante,
un trozo de Virgilio, la última lección explicada,
o la del día siguiente estudiada aquella misma
tarde. Yo apruebo esta costumbre, y alabo al que
la tiene, porque así la imaginación se cansa, y la
mente, cansada y vencida por el sueño, encuentra
pronto su descanso.
Tendría muchas otras cosas que deciros sobre
este tema, mas por ahora basta. Son avisos que os
da familiarmente un padre que os quiere, y no como
desde lo alto de una cátedra y ni siquiera como
una conferencia.
Desearía que lo que os digo no lo divulgarais
entre los muchachos, sino que quedara entre
vosotros, como máximas exclusivamente vuestras, y
las llevarais grabadas en el corazón. Tampoco
quisiera que se contase por todas partes que don
Bosco dijo esto o aquello. Aunque me importaría
poco que esto se supiese.
Como veis, no son cosas de mucho valor, pero,
aunque pequeñas, tienen gran importancia, y,
practicadas, resultan muy útiles.(**Es12.29**))
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