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El noble joven, tan trágicamente desaparecido,
era el condesito Manuel Callori, cuyo nombre
aparece tantas veces en la correspondencia del
Beato con su piadosísima madre la condesa. Don
Bosco, que le administró los últimos sacramentos y
encomendó su alma, cerró sus ojos 1. El hermano
sobreviviente es el conde Raniero, por entonces
algo delicado, pero que vive todavía y goza de
buena salud en su campante vejez, padre de
numerosa y selecta prole. Entre don Bosco y la
familia Callori se estableció, después de aquella
pérdida dolorosa, el pacto de un aniversario
perpetuo con determinado servicio religioso a
celebrar en la iglesia de María Auxiliadora 2.
Los estudiantes debieron portarse muy bien
durante los ejercicios, pues sabemos que don Bosco
quedó contentísimo de ellos. Lo que más le
interesaba en esta ocasión solía ser el asunto de
la vocación, como hemos podido apreciar en el
comienzo de sus <> del 11 de junio.
Además puede decirse que este tema estaba
habitualmente a la orden del día en el Oratorio.
Por eso don Julio Barberis, que daba la clase de
religión en el bachillerato superior, ya lo había
tocado en la última lección, dejando a los alumnos
estos dos recuerdos para los ejercicios:
((**It12.329**)) 1.° No
terminarlos sin decidir la propia vocación;
dejarlo para más tarde sería una lástima y causa
de disgustos y tormentos para toda la vida.
2.° Que era una locura ir a consultar sobre
esto a confesores distintos al de costumbre, que
era don Bosco, el cual ya los conocía y tenía
luces especialísimas del Señor; y, por tanto, que
se presentaran todos a él, del primero al último.
íQué tiempos aquellos! El resultado fue que hasta
cuarenta alumnos del cuarto y quinto curso se
inscribieron entonces resueltamente en la Pía
Sociedad; una docena de ellos se quedó dudando
entre el sí y el no, unos por motivos de familia,
otros por el deseo de oír todavía
1 El 11 de junio, octava de Pentecostés, era el
último día del tiempo pascual. Este detalle y la
asistencia del Beato, junto con otras
circunstancias, nos inducen a formular la
hipótesis de que don Bosco anunciase precisamente
esta muerte en el sueño que contó la noche del 23
de enero. No nos consta que haya asistido a otros
jóvenes durante el tiempo pascual, ni que en aquel
lapso de tiempo hayan muerto alumnos del Oratorio.
En este supuesto, la fecha de 26 de mayo, que el
guía le enseñó en el calendario, sin referencia
alguna precisa, podría indicar el día de la fatal
caída, que causó la muerte. En efecto, monseñor
Federico Callori, prelado en la corte pontifícia e
hijo del conde Raniero, que no sabía nada de esta
fecha, nos escribió dándonos como cosa cierta que
el joven sobrevivió unos quince días. Pero hasta
ahora no nos ha sido posible descubrir a través de
documentos en qué día exacto cayó. Tal vez otro
tenga más suerte que nosotros. Con esta esperanza
hemos creído oportuno expresar aquí nuestra duda,
en la que nos confirma la circunstancia de que el
difunto del sueño no se encontraba en el Oratorio.
2 Véase, Apéndice, doc. 31.
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