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y lo mismo se puede decir para cenar. No sé qué os
pueda faltar. Comer a horas indebidas es propio de
glotones, es cargar excesivamente el estómago.
Después, caen enfermos y van a la enfermería. Se
les pregunta:
->>Que tienes:
-Se quedan sin saber qué responder y dicen:
-No me siento bien... tengo el estómago...
-íYa lo sé que tienes estómago!; pero, >>qué le
has hecho?
-Siento mal, aquí en el fondo.
-Sí; le contestaría yo, si no hubieses comido
demasiado y a deshora, no te sentirías mal, ni te
verías obligado a ir a la enfermería.
Y recuerdo ahora un desorden sucedido en estos
mismos días; creo que el que lo cometió ya no está
entre vosotros. El hecho es que nuestro hombre,
mientras todos los demás estaban descansando, se
retiró a su celda e invitó a un compañero a
merendar.
Se comieron un buen pollo y bebieron a placer;
y, después de charlar hasta hartarse, se fueron a
descansar con aquel peso en el estómago y con gran
peligro de un ataque apoplético o cualquier otro
terrible accidente.
No sé cómo iría la castidad en aquel trance;
sólo afirmo que, si la guardaron intacta, fue por
una gracia especial del Señor.
Y además está prohibido en absoluto llevar a
nadie a la propia celda. Y cuando van, >>dónde
quedan la obediencia y las reglas? >>Qué es de
ellas?
6.° Otra cosa, que no acarrea ningún bien a la
castidad, es la amistad; no la amistad verdadera,
fraterna, sino la amistad particular que inclina
nuestro corazón hacia uno más que hacia otro.
Algunos, y no son pocos, atraídos por una prenda
física o espiritual de un compañero, o de un
subalterno, tienden a ganarse su amistad
regalándole un vaso de vino, un pastel, un libro,
una estampa u otra cosa.
De este modo se empiezan a cultivar amistades,
que excluyen a los demás y preocupan la mente y la
fantasía. Vienen después las miradas apasionadas,
los apretones de manos, los besos; más adelante
una cartita, un regalito: <((**It12.22**)) tal
lugar, a tal otro>>. Mientras tanto, los dos
amigos se encuentran atrapados en el lazo sin
darse cuenta.
Jóvenes de quienes años atrás había fundadas
esperanzas de buen resultado, ahora ya no están en
el Oratorio o, si están todavía, llevan una vida
muy distinta de la de antes. Se les exhortó a
dejarlo, a romper ciertas amistades particulares y
no sabían explicarse el motivo de tales avisos;
creían que no había ningún mal en ello; pero
entretanto se apartaban cada día más de los otros
compañeros, de los superiores y de Dios mismo.
Y éstos no son sucesos que haya que ir a
buscarlos en la historia de la edad media; son
hechos modernos, que sucedieron y suceden todavía.
Yo podría hablaros de muchísimos, que se perdieron
con estas amistades, predilecciones y relaciones
particulares con los compañeros. Por eso os
exhorto a ser amigos de todos o de ninguno.
Al salir del comedor, vais al recreo.
Os encontráis con un amigo o un alumno y os
ponéis a pasear con él; muy bien.
Pero si llega otro, un segundo después, y luego
otros más, tratad siempre a todos lo mismo que al
primero.
No suceda nunca que estéis con uno, al que
preferís porque es más aplicado y mejor, y tratéis
a los demás de otra manera; hay que ser padre
común en todo y para todos.
Yo mismo, os lo puedo decir sinceramente, no
tengo ningún preferido en casa, y(**Es12.28**))
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