((**Es12.273**)
Queridísimo señor Marqués:
El clérigo Bonora me trajo sus noticias, por
las que veo ha mejorado su salud. Doy gracias al
Señor y le pido tenga a bien conservársela largo
tiempo.
Envío para usted y para la señora Marquesa la
inscripción en los cooperadores salesianos, de la
que hemos hablado ya varias veces. Así podrá usted
lucrar las muchas indulgencias y gracias
espirituales concedidas por el benemérito reinante
Pío IX.
Le acompaño también un ejemplar de la carta,
con la que estoy postulando para los misioneros
que tengo que enviar a América. Haga lo que pueda
y el buen Dios pagará con el Paraíso a quien va a
dar la vida por las almas e igualmente a los que
ayudan a los misioneros, que serán veinte.
Que Dios les conceda a usted y a la señora
Marquesa buena salud y buen veraneo en la quinta,
adonde espero poder ir a saludarles. Mañana voy a
Alassio para un asunto urgente; me encomiendo a
sus oraciones y me profeso
De V.S.
Turín, 16 de julio de 1876.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It12.317**)) Unos
tres meses más tarde se dirigió a la señora
Marquesa con una carta, en la que no se sabría qué
más admirar, si la sencillez del hombre de Dios o
su destreza para pedir sacrificios pecuniarios a
título de caridad.
Benemérita señora Marquesa:
Cuando el año pasado recomendaba yo la Pía Obra
de María Auxiliadora para el sostenimiento de
nuestras Misiones, tuvo la bondad de decirme que,
lo mismo usted que el señor Marqués, no se
comprometían a ninguna anualidad, pero, que si me
encontrase necesitado, que acudiera a ustedes y me
prestarían el socorro que su caridad les
permitiere.
Y recurro ahora porque me apremian dos
necesidades. Una es la de cincuenta clérigos que
visten todavía de paisano, y que esperan una ayuda
providencial para vestir la sotana eclesiástica y
poder así comenzar regularmente sus estudios para
el inminente curso escolar.
Otra es la de las Misiones de Argentina. Lo
mejor que he podido, logré reunir un poco de
equipo; pero me encuentro sin medios para el
viaje. El Gobierno argentino me paga los gastos de
ocho y me faltan todavía para quince, que es lo
mismo que decir la cantidad de doce mil liras.
Acabo de dar una vuelta para este fin, pero no he
podido recoger nada. He escrito al Padre Santo, el
cual ha encargado me contesten que otra vez será;
por ahora le es imposible.
Sé que usted tiene también muchos gastos y, sin
embargo, acudo una vez más como al áncora de
salvación para aquellas pobres almas, todavía
inmersas en la idolatría, que esperan quien les
lleve la luz del Santo Evangelio con que poder
salvarse.
Yo no dejaré de rezar por usted, señora
Marquesa, y por su esposo el señor
(**Es12.273**))
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