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a ser evangelizadores de los mismos salvajes, sin
peligro de ver renovadas las matanzas ((**It12.304**)) de
tiempos pasados. El proyecto de formar misioneros
indígenas parece que ha merecido las bendiciones
del Señor, pues ya hay diez muchachos indígenas
grandecitos que lo pidieron y fueron admitidos
entre los misioneros. Es vivo el deseo de éstos
por abrazar el estado eclesiástico e ir a predicar
el Evangelio a los salvajes.
Pero los Salesianos enviados, ya establecidos
en el campo envagélico asignado por la divina
Providencia, son insuficientes para el gran
trabajo que llevan entre manos y para el todavía
mayor que se les presenta.
Y para que no sucumban bajo el peso de las
fatigas, es indispensable enviar inmediatamente en
su auxilio no menos de veinte nuevos
colaboradores. Este es precisamente el número que
nos piden desde allá y que se está preparando;
todos ellos se consideran felices de poder
arrostrar toda clase de peligros, para unirse a
sus Hermanos y trabajar con ellos para ganar almas
a Dios. Pero, lo mismo que el año pasado tuve que
acudir a la caridad de los fieles para la primera
expedición, así debo hacerlo al presente. Hay que
proveer de libros, de equipo personal, ornamentos
y vasos sagrados, enseres escolares, domésticos, y
de viaje para los que van a salir. También hay
necesidad de muchos otros objetos que piden los
que ya se encuentran en la misión, pues en
aquellos remotos países se carece de todo. Los
gastos para la nueva Misión superan las sesenta y
seis mil liras. Para ir juntando esta cantidad no
tengo más remedio que recurrir a la caridad de los
buenos católicos y especialmente a V. S.
Benemérita.
Mientras los Salesianos ofrecen con gusto su
vida para salvar almas, se dirigen a su caridad
desde el lugar de su misión y le suplican acuda en
su socorro con su limosna. Haga lo que buenamente
pueda, y recomiéndenos a las personas caritativas,
con quienes V. S. se relaciona. Cualquier limosna,
por pequeña que sea, puede enviarse al abajo
firmante por el medio que resulte más cómodo al
benemérito donante.
Nuestro amoroso y divino Salvador, que murió en
la Cruz por la salvación de todos, bendiga y
recompense generosamente a todos nuestros
bienhechores. Los misioneros por su parte, tanto
los que ya están en América, como los que se
disponen a partir, aseguran diarias oraciones en
favor de sus bienhechores, y yo, en nombre de
todos, con la más viva y profunda gratitud, tengo
el alto honor de poderme profesar.
De V.S.
Turín, 25 de agosto de 1876.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Quiso en esta ocasión llamar más directamente
la atención del Gobierno italiano para recabar
apoyo moral y ((**It12.305**))
material. No se forjó ilusiones sobre el resultado
de su gestión; más aún, dijo francamente que
preveía que estaba escribiendo sobre el agua, pues
todas las cartas y aclaraciones verbales habían
resultado inútiles hasta entonces. Pero no daba
ninguna importancia a eso, porque al menos tenía
asegurados dos buenos resultados. Ante todo se
enteraba el Gobierno de este modo de lo que los
suyos hacían, y podía convencerse de que no se
actuaba en secreto ni se trabajaba bajo mano, sino
que todo se
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