((**Es12.255**)
personas realmente de esa ralea, soberbias,
desobedientes o mentirosas, no hay que prestarles
la menor fe, ni escuchar razón alguna, aun cuando
hicieran milagros. No hay engaño, que no se deba
razonablemente temer de ellas.
((**It12.296**))
Efectivamente, él siguió siempre esta regla y
nunca se dejó engañar. Hacia 1880 una joven se
hacía pasar por endemoniada, permitiéndolo así
Dios para probar su virtud. También en aquella
ocasión ocurrían cosas extrañas e inexplicables.
Don Bosco examinó las circunstancias y respondió
que no había nada de sobrenatural en lo que se
afirmaba. Por el contrario, los que la dirigían le
tenían gran aprecio y plena confianza, y, por
consiguiente, se la presentaron para que la
bendijese. Don Bosco, después de interrogarla,
remachó su afirmación. No quisieron atenerse a su
parecer. Aquélla mentía con tal desfachatez que
negaba hasta las pruebas más evidentes; más aún,
con fina perspicacia de ingenio volvía a su favor
las mismas acusaciones y con ilusorios argumentos
se presentaba como víctima de calumnias, pasando
así por más santa todavía. Pero, si sus
admiradores hubiesen mirado mejor, habrían podido
darse cuenta de lo que vio don Bosco, es decir, de
su falta de humildad y obediencia, y se habrían
ahorrado el bochorno que suele seguir a semejantes
engreimientos.
Mientras estos hechos tenían lugar, la Virgen
daba una prueba segura de maternal protección a
sus hijas de Mornese. Era el prímer día del triduo
de María Auxiliadora. Por voluntad de madre
Mazzarello, asistió a la función de la iglesia sor
Teresa Laurentoni, enferma desde hacía mucho
tiempo, en una especie de cochecito, detrás de
todas las demás. Estaba a su lado sor Inés Ricci.
Al llegar el momento de la exposición de Jesús
Sacramentado, la enferma se mueve, se pone
encarnada, tiembla. Sor Inés se asusta y llama a
la Madre. Esta se vuelve hacia sor Teresa y le
dice imperiosamente:
-íHija! Levántate, sube la escalera y ve a
vestirte.
Sor Teresa se levanta, sin ayuda de nadie, va y
vuelve alegre y despejada como antes de la
enfermedad.
El 8 de julio escribía la Madre a don Juan
Cagliero:
<>. Tan curada que se le confió después la
dirección de la casa de Turín y vivió hasta 1920.
Había nacido en Massignano de Fermo el 1857, hija
de un Coronel Pontificio.
((**It12.297**)) Se
deshizo la maniobra diabólica dentro de casa, y
apareció otra asechanza que se estaba fraguando
fuera contra el Instituto. La sorda hostilidad de
los mornesinos contra el destino de la obra no
aflojaba.
(**Es12.255**))
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