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sustento. Las actuales moradoras de la gran casa
de la dirección general, elevando la mirada más
allá del lado opuesto de la plaza de María
Auxiliadora, a un grupo de antiguos edificios,
pueden exclamar:
-íAquí estuvo, tiempo ha, nuestro Belén!
Para lo espiritual estaban discretamente
atendidas. El día 30, y por expresa delegación
arzobispal, bendijo el párroco la capilla
interior. Un laudable sentido de delicadeza
sugirió a aquel eclesiástico subdelegar en don
Bosco; pero éste prefirió que se cumpliera a la
letra la disposición del Superior. Don Miguel Rúa
era el confesor ordinario de las Hermanas;
((**It12.290**)) don
Bosco las ayudaba en todo con corazón de padre,
dándoles a veces la conferencia mensual.
Apenas se instalaron, no se quedaron mano sobre
mano, sino que comenzaron enseguida el Oratorio
festivo, abrieron una escuela gratuita, un
tallercito de costura y catequesis diaria y
dominical. El Beato las instruyó sobre la manera
de ganarse a las niñas y atraerlas al Oratorio,
regalándoles estampitas, naranjas o caramelos.
Quiso don Bosco que en este oratorio hablasen de
dos cosas a las muchachas: del agradecimiento que
debían tener a quien les había proporcionado aquel
beneficio. Ante todo el nombre: dedicó la casa a
santa Angela Merici, en recuerdo de la señora
Angela Bianco, que había respondido generosamente
a su circular del año anterior. Después, un
hermoso cuadro de san Carlos Borromeo, que mandó
poner en la capilla, para honrar a la condesa
Callori, que se llamaba Carlota.
La tercera fundación fue la de Biella. En uno
de sus viajes de aquel año se encontró el Beato
con monseñor Basilio Leto, obispo de Biella, y, al
saber que buscaba unas monjas para su seminario,
le dijo:
-íLe mando las mías!
->>Pero, tiene usted monjas?
-Sí, Excelencia; y creo que pueden encajar para
su caso.
Y así, de repente, se decidió abrir una casa en
aquella ciudad. Las monjas destinadas a ella
fueron siete, y salieron de Mornese el 7 de
septiembre. El Obispo en persona las esperaba en
la estación. Paternalmente se había interesado
por la casa que se les preparó, preocupándose para
que fuese higiénica, alegre y estuviera provista
de todo lo necesario. Quiso que tuviesen su propia
capillita, aun cuando estaban a pocos pasos de la
catedral. En vano buscaban las monjas por todas
partes una imagen de su querida Auxiliadora. Al
darse cuenta de ello el Obispo, encargó enseguida
a un joven artista de la ciudad que les pintase un
cuadro en lienzo y de la manera que las mismas
monjas le indicaron. Durante bastante ((**It12.291**)) tiempo
las Hijas de María Auxiliadora de Biella fueron
las únicas que no estaban atendidas por los
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