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y lo puso en manos del director de Vallecrosia,
don Cibrario, que estaba a punto de partir hacia
la meta.
Mucho les consoló la paternal y buena acogida
de monseñor Biale, obispo de Ventimiglia, que las
sentó a su mesa en palacio y luego las llevó a
tomar posesión de su residencia. El domingo
siguiente, 13 de febrero, el Vicario General,
canónigo Viale, bendijo la iglesita provisional,
en la que comenzaron el Oratorio festivo; y el 14
se abrieron las escuelas. Como no había jardín ni
patio para el oratorio, las hermanas imitaron lo
que hacía en Mornese la madre Mazzarello antes de
ser religiosa, a saber: juntaban a las niñas donde
mejor podían, les explicaban el catecismo y
después las llevaban de paseo y se paraban en
algún lugar a propósito para cantar y jugar;
volvían después a la iglesita para las funciones
religiosas dominicales y, al anochecer, después de
repartirles algunos regalitos, las enviaban a sus
casas. Estos fueron los humildes comienzos de la
grandiosa obra de las Hijas de María Auxiliadora
en Vallecrosia.
El 29 de marzo, acompañadas por don Miguel Rúa,
llegaron a Valdocco siete hermanas, destinadas a
instalarse en la famosa casa, que don Bosco había
adquirido para ellas junto a la iglesia ((**It12.289**)) de
María Auxiliadora 1. El día anterior había
publicado el Arzobispo el solemne decreto, por el
que, aceptando la petición de don Bosco del año
anterior, aunque no había recibido hasta entonces
ninguna noticia segura sobre las nuevas hermanas,
sin embargo, remitiéndose a la prudencia de
monseñor Sciandra, obispo de Acqui, que las había
aprobado en su diócesis, las autorizaba para
establecer su residencia en Valdocco. En el mismo
documento declaraba que con esta autorización no
entendía aprobar la Congregación en su diócesis,
sino que esperaba hacerlo sólo después de una
conveniente prueba 2.
Dice la crónica del Instituto que las elegidas
fueron objeto de envidia de las hermanas por la
fortuna que les caía de trabajar tan cerca de don
Bosco. Las esperaba en la estación de Turín la
madre de don Miguel Rúa. Después, el mismo Beato
las presentó a la muy benemérita condesa Callori,
que tanto le había ayudado para desalojar al
demonio del lugar destinado a las Hijas de María
Auxiliadora, como ya se narró en el volumen
anterior. La piadosa y noble dama quiso servirlas
ella misma la comida en presencia de don Bosco y
después las acompañó a su habitación. La casa era
tan pobre, que ni siquiera tenía cocina, de suerte
que los Salesianos les suministraban lo necesario
para el
1 Véase: Volumen XI, pág. 313-316.
2 Véase: Apéndice, doc. 26.
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