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Y el aumento del número no proporcionaba ningún
quebranto al espíritu, porque vivir pobremente,
trabajar mucho y rezar con fervor eran
constantemente las tres notas sobresalientes de la
casa. No faltaron en aquellos duros comienzos
doncellas de familias acomodadas e incluso de la
nobleza; éstas se dedicaban preferentemente a los
estudios, para presentarse a exámenes oficiales y
obtener el diploma de maestras; pero hacían
también vida común con todas las demás, no se
sustraían a los oficios ordinarios y obedecían
afectuosamente a Madre Mazzarello, mujer sin
letras y criada en el campo, que hacía prodigios
con su bondad sencilla y humilde. Estaba llena del
espíritu de Dios, practicaba para sí y enseñaba a
sus hijas una ascética casera y sin ceremonias,
pero a la vez muy sólida.
Valga una muestra. A menudo decía:
-Mientras haya vanidad al hablar y al escuchar,
no habrá verdadera piedad. No envidiéis a aquellas
que suspiran y lloran en la iglesia ante el Señor,
pero no saben hacer un ligero sacrificio, ni
adaptarse a un trabajo humilde. >>Sabéis a quiénes
debéis envidiar? A las que, con verdadera
humildad, se adaptan a todo y se conforman con ser
como la escoba de la casa.
>>Acaso no está la quintaesencia de la buena
ascética religiosa en la humildad, la
mortificación y el amor al sacrificio?
Tenemos un testimonio sobre el espíritu de
Mornese, que vale por ciento. El año 1876 predicó
allí monseñor Andrés Scotton los ejercicios
espirituales a las señoras; ((**It12.284**)) pues
bien, antes de marcharse sintió la necesidad de
hacer una retractación. Al visitar el Instituto,
tres años antes, había sacado la impresión de que
difícilmente habrían continuado las cosas hasta
alcanzar un éxito feliz. Preocupado por tan graves
dudas, había expresado también a don Bosco sus
pronósticos poco favorables. El Siervo de Dios se
limitó a contestarle:
-Veremos lo que hará la Virgen.
Pero al comprobar personalmente, tres años
después, el valor moral de aquélla, que a primera
vista le había parecido inepta para el gobierno, y
ver el crecido número de Hermanas y sobre todo su
espíritu, cambió de opinión y expresó su
convicción de que cuando don Bosco le había dado
aquella respuesta, leía en el porvenir.
Recordarán los lectores que el Beato Padre, en
agosto de 1875, durante una corta permanencia en
Ovada, dio forma definitiva a las Reglas 1 y
después las presentó en la Curia Episcopal de
Acqui para su examen canónico. Una vez obtenido el
juicio favorable de los revisores,
1 Véase: Volumen XI, Cap. XV.
(**Es12.245**))
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