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((**Es12.242**) ya su mente, cuando se encontraba escasamente en los umbrales de su actividad misionera: ya desde entonces se propuso la creación de este clero como un objetivo a alcanzar en el más breve plazo posible; creyó poder lograrlo en siete años. Anhelaba, por tanto, el día en que se dispusiese de sacerdotes indígenas para enviarlos a los infieles del país, considerando aquella fecha como digna de fijar época en la historia de las misiones. Y para formar indígenas parecíale óptimo partido el tomado por él, de no lanzar sin más a los suyos en medio de los salvajes, con grave peligro para ellos, sino implantar estaciones o casas en los lugares limítrofes; es más, preveía que, andando el tiempo, se haría lo mismo en todas partes. Ningún sacerdote privado estaría ciertamente en condiciones de lograrlo, pero una Congregación religiosa tenía los medios. Y ponía el ejemplo de monseñor Comboni, que se esforzaba por practicar este sistema en el centro de Africa, pero >>de qué le servía si estaba solo? Porque resulta que, en semejantes casos, aquéllos a quienes se confían jovencitos para educar, no emplean métodos a propósito, no tienen espíritu para ello o no están capacitados; y además, hay que acudir muchas veces a personas ajenas a la misión. >>Y los enormes gastos que para ello se requieren? ((**It12.280**)) El opinaba que, para formar algún sacerdote, era necesario reunir una cincuentena de muchachos en un seminario menor y proveerles de todo. Una persona sola nunca llegaría a tanto. <>. En esto precisamente fundaba sus halagüeñas esperanzas de un feliz porvenir de sus misiones, a saber, en dedicarse los nuestros a la juventud pobre: <>. Se refería después a ciertos religiosos, que en otro tiempo dieron mucho que hablar de sus misiones en China, donde realmente hicieron muchísimo bien; pero él estaba convencido de que, si hubiesen tenido por mira otra cosa más, a saber, si se hubiesen dirigido a la masa del pueblo mediante la educación de la juventud pobre, nunca habrían tenido que retroceder en su apostolado. En la obra de las Misiones, como en cualquier otra empresa, el Beato no separaba nunca de las providencias humanas la más absoluta confianza en el auxilio divino. Son palabras pronunciadas por él en aquellos días, las siguientes, recogidas por don Julio Barberis: <(**Es12.242**))
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