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ya su mente, cuando se encontraba escasamente en
los umbrales de su actividad misionera: ya desde
entonces se propuso la creación de este clero como
un objetivo a alcanzar en el más breve plazo
posible;
creyó poder lograrlo en siete años.
Anhelaba, por tanto, el día en que se
dispusiese de sacerdotes indígenas para enviarlos
a los infieles del país, considerando aquella
fecha como digna de fijar época en la historia de
las misiones. Y para formar indígenas parecíale
óptimo partido el tomado por él, de no lanzar sin
más a los suyos en medio de los salvajes, con
grave peligro para ellos, sino implantar
estaciones o casas en los lugares limítrofes; es
más, preveía que, andando el tiempo, se haría lo
mismo en todas partes. Ningún sacerdote privado
estaría ciertamente en condiciones de lograrlo,
pero una Congregación religiosa tenía los medios.
Y ponía el ejemplo de monseñor Comboni, que se
esforzaba por practicar este sistema en el centro
de Africa, pero >>de qué le servía si estaba solo?
Porque resulta que, en semejantes casos, aquéllos
a quienes se confían jovencitos para educar, no
emplean métodos a propósito, no tienen espíritu
para ello o no están capacitados; y además, hay
que acudir muchas veces a personas ajenas a la
misión. >>Y los enormes gastos que para ello se
requieren? ((**It12.280**)) El
opinaba que, para formar algún sacerdote, era
necesario reunir una cincuentena de muchachos en
un seminario menor y proveerles de todo. Una
persona sola nunca llegaría a tanto. <>.
En esto precisamente fundaba sus halagüeñas
esperanzas de un feliz porvenir de sus misiones, a
saber, en dedicarse los nuestros a la juventud
pobre: <>. Se refería después
a ciertos religiosos, que en otro tiempo dieron
mucho que hablar de sus misiones en China, donde
realmente hicieron muchísimo bien; pero él estaba
convencido de que, si hubiesen tenido por mira
otra cosa más, a saber, si se hubiesen dirigido a
la masa del pueblo mediante la educación de la
juventud pobre, nunca habrían tenido que
retroceder en su apostolado.
En la obra de las Misiones, como en cualquier
otra empresa, el Beato no separaba nunca de las
providencias humanas la más absoluta confianza en
el auxilio divino. Son palabras pronunciadas por
él en aquellos días, las siguientes, recogidas por
don Julio Barberis: <(**Es12.242**))
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