((**Es12.24**)
entienden que, si aquel muchacho no es
cuidadosamente vigilado, es capaz de ir a meterse
en cualquier escondrijo para leer allí libros
obscenos; comprenden que en él corre muchísimo
peligro la castidad.
>>De dónde procede esto? Del ocio en el recreo.
Al quedarse parado allí solo, su mente empezó a
fabricar ciertos castillos, en los que poco o nada
había pensado hasta entonces; y, a fuerza de
vueltas vino la complacencia, después el deleite,
y del deleite a la obra no hay más que un paso.
San Felipe Neri, que conocía a fondo esta virtud,
decía a los muchachos:
-Gritad, alborotad cuanto queráis, pero no
cometáis pecados.
Por eso los muchachos cumplían muy bien este
aviso.
Pero, a veces, el frailecillo encargado de la
limpieza salía de su celda y al oír aquel ruido y
contemplar aquel barullo por los corredores y ver
que los muchachos revolvían y rompían todo, les
gritaba:
-íEh, bellacos! >>Qué estáis haciendo? >>No
véis que lo rompéis todo, que lo estropeáis?
Pero los muchachos no le hacían el menor caso,
le dejaban gritar a su antojo y seguían armando un
ruido catastrófico. Tenían permiso del director, y
eso les bastaba. El frailecito, al ver que aquella
turba de chiquillos no quería obedecerle, fue a
san Felipe Neri, e indignado le dijo:
-Es preciso que vaya usted a reñir a esos
golfos. >>No ve que van a hundir la casa?
Salió san Felipe Neri de su habitación, llamó a
los muchachos y les dijo:
-íEa, muchachos, escuchadme! Estaos quietos, si
podéis. íAlborotad sin meter ruido!
Los muchachos se lanzaron a más clamorosas
diversiones ((**It12.17**)) y el
frailecito se retiró humillado y refunfuñando.
Hubiera querido pegarles para impedir aquel
vandalismo.
Pero san Felipe no se cansaba de avisar
formalmente a sus hermanos, diciéndoles:
-No permitáis nunca que los muchachos estén
ociosos durante el tiempo de recreo.
Eso mismo os digo yo a vosotros. Caminad, reíd,
alborotad, que esto me agrada. No quiero decir que
vayáis ahora a jugar al marro por que está el
patio cubierto de nieve.
Dejando ya el recreo, seguid siendo puntuales
en la observancia de cualquier otra regla.
Será la hora del estudio, por ejemplo. No lo
dejéis nunca; es vuestro deber aprovechar todo el
tiempo, hasta el último minuto, para ir
adquiriendo nuevos conocimientos. Es la hora de la
merienda, exhorto a que la tomen todos los que
sientan necesidad; vendrá después la hora de ir a
la iglesia; váyase a ella con devoción para dar
buen ejemplo, y después, al estudio. En
conclusión, cada cosa a su tiempo y bien.
íSobre todo observancia del reglamento del
Oratorio!
3.° Y >>basta esto? Sí, podría ser suficiente,
si se guardara todo el horario con exactitud.
Una regla que siempre he recomendado, que la
recomiendo, y siempre recomendaré, es ésta: que
por la noche, después de las oraciones, hagáis lo
posible para no entreteneros hablando con un
compañero.
Después de las oraciones, váyase enseguida a
descansar.
El que tenga la obligación de dar unos pasos
más en el dormitorio para asistir, hágalo pero con
discreción.(**Es12.24**))
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