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otro. En fin, la segunda vuelta resultó un pequeño
triunfo; hombres y mujeres se asomaban a la puerta
de sus tugurios para ver al cura, que se había
ganado el afecto de aquellos pilluelos y prometía
ya un amplio patio con muchos juegos, cantos,
músicas y alegría universal.
Cuando el Arzobispo oyó a don Juan Cagliero
contar lo que había pasado en la Boca, quedó
admirado y, rebosando de alegría, díjole en un
arrebato de entusiasmo:
-Puesto que es usted tan pertinaz en querer ir
a la Boca, le daré aquella parroquia, donde hasta
el día de hoy no fue posible establecer el
ejercicio del culto y del sagrado ministerio.
Don Juan Cagliero le dio las gracias diciendo:
-Precisamente don Bosco nos ha enviado para
estos nuestros italianos e hijos de italianos.
((**It12.268**)) En
nombre de nuestro Fundador y Padre doy gracias a
Su Excelencia y comunicaré a Turín el precioso
regalo que nos quiere hacer.
El Arzobispo cumplió su palabra. Don Francisco
Bodrato, que capitanearía la segunda expedición de
misioneros y quedaría como superior de la misión,
después de la partida de don Juan Cagliero,
asumiría también el gobierno de la parroquia de
San Juan Evangelista en la Boca, realizando en
ella la prodigiosa transformación que más tarde
admiraremos. La escuela del beato don Bosco pobló
con estos gigantescos trabajadores las primeras
instituciones salesianas; algunos son muy
conocidos, muchos otros se desgastaron en el
silencio, pero todos son igualmente dignos de
eterna memoria y generosa imitación.
La palabra paterna de don Bosco llegaba de
tanto en tanto a Cagliero con noticias,
instrucciones y alientos. El 29 de junio le
escribía en estos términos:
Mi querido Cagliero:
1.° Comienzo dándote noticias de tus parientes.
Ha venido aquí tu madre y después tu hermano:
también ellos están ansiosos de ir a América, pues
es muchísimo lo que disfrutan con tu misión. Todos
gozan de buena salud. Un sobrinito tuyo estuvo
enfermo de los ojos; pero, al cabo de un mes de
ser atendido por el doctor Sperini, curó
perfectamente.
2.§ Ayer por la mañana expiró, en Feletto, el
querido don César Chiala, dejando a todos una
amarga pena. Es una desgracia para nuestra
Congregación, aunque la temíamos desde hacía mucho
tiempo; sin embargo, causó en todos profundo
dolor. Estaba a su lado su madre. El día anterior
a su fallecimiento, anteayer, estuvo levantado.
Los pulmones funcionaron hasta lo último.
3.§ Te envío los diplomas para Benítez y
Ceccarelli; si es posible, entregádselos
(**Es12.232**))
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