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((**Es12.23**) vocación y os sugerí unas reglas para conservarla 1; hoy os diré cómo conservar el fruto de esta vocación. Cuando uno se consagra al Señor, hace donación de todas sus pasiones y de una manera particular le ofrece todas sus virtudes. Pero no siempre pueden mantenerse éstas dentro de los debidos límites, ni se pueden guardar fácilmente, sobre todo la virtud de la castidad, que es el centro en el que se fundan, se basan y reúnen todas las demás. No he venido con la intención de pintaros las bellezas de esta virtud: que no bastarían muchas y muy largas conferencias durante años enteros, ni miles de volúmenes, por muy gruesos que fuesen, para citar todos los ejemplos que de ella se encuentran en el Nuevo y en el Antiguo Testamento, y para contar los innumerables milagros que hizo el Señor para conservarla en sus devotos. Tampoco quiero hablaros del ayuno, de la abstinencia de un alimento más bien que de otro, en conclusión, de la mortificación de los sentidos, que ayuda no poco a la conservación de esta virtud y a fortalecer el espíritu, no. Todo eso lo leeréis en los libros de los santos y se os irá exponiendo en las diversas conferencias, que se os dan. Pero vosotros diréis: -íAquí tenemos a don Bosco! Ha venido para hablar a sus clérigos en particular; él los quiere como a las niñas de sus ojos y >>qué nos dirá de bueno? Pues os diré que la castidad es la joya, la perla más preciosa, especialmente para un sacerdote y, por consiguiente, para un clérigo, que ha consagrado su vida, su virginidad al Señor. Ahora, en la situación en que os encontráis, necesitáis conocer ciertas cositas, que ayudan sumamente a conservar una virtud tan bella, sin la cual un sacerdote o un clérigo no es nada; y, en cambio, con ella un sacerdote, un clérigo lo es todo y tiene en sus manos todos los tesoros. Vamos, pues, a hablar de estas cositas tan ventajosas y fáciles. >>Cuáles son? Las iremos exponiendo un poquito y veréis su gran utilidad. 1.° Empiezo por decir que ayuda mucho a conservar la virtud de la castidad la exacta observancia de los propios deberes. ((**It12.16**)) No me refiero precisamente al estudio, a las asistencias, a la catequesis y a los demás cargos particulares de cada uno, sino a que se haga todo cuanto prescriben las reglas, esto es, que haya puntualidad en todo. Puntualidad para ir al comedor, a la iglesia o al descanso. 2.° Asistir a los recreos y dedicarles el tiempo establecido. Cuidad, sin embargo, de que el recreo no sea una disipación, ni una murmuración contra una y otra regla, o bien contra un Superior, sino que sea un verdadero recreo, un descanso del ánimo y de la mente, que estuvieron ocupados toda la mañana en el estudio; terminado el recreo, también el cuerpo quedará aliviado, irá cada uno a cumplir su cometido, quién al estudio, quién a la meditación, quién a dar clase, etc. Pero me diréis: ->>Qué tiene que ver el recreo con la virtud de la castidad? Os diré que es un medio eficacísimo para guardarla. Vosotros necesariamente asistís a los muchachos, o tenéis que asistirlos. Os ocurrirá, a veces, que veréis a uno que goza de buena salud pero anda pensativo. No habla con nadie y, si se le pregunta algo, responde con palabras enredadas, cuyo sentido nadie comprende. Los instruidos y con carismas para conocer el corazón humano, penetran en sus más recónditas entretelas, se dan cuenta de que por aquella mente vagan pensamientos no castos; 1 Tomo XI. págs. 429-437.(**Es12.23**))
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