((**Es12.224**)
Bosco, el caballero Provera, el más rico del
pueblo, que hace muchos años no pisa la iglesia y
probablemente es masón.
Acababan de pronunciar estas palabras, cuando,
de repente, lupus in fábula, vieron al caballero
avanzar Por la misma calle:
-íHe ahí al <>! salió diciendo uno
de la comitiva.
Don Bosco dejaba hablar. Cuando estuvieron
cerca, le saludó quitándose el sombrero. El
caballero respondió al saludo y se paró. Después,
como se suele hacer entre personas que saben
guardar las formas, se dieron la mano, ((**It12.258**)) y se
intercambiaron las palabras de recíproco aprecio,
que expresan el mutuo placer de conocerse.
-Me dicen que vuestra Señoría es el caballero
Provera.
-Para servirle.
-Es un nombre de los más honrados y queridos
entre nosotros, porque nos recuerda a un santo
sacerdote de este mismo apellido, que nos ayudó
muchísimo en Turín y edificaba a todos con sus
virtudes. >>Pertenece usted acaso a la familia de
los Provera de Mirabello?
-Sí, por cierto. Mi abuelo vino aquí desde
Mirabello y pertenecía a esa familia.
La conversación se prolongó unos minutos por
este estilo y con tal cordialidad que el caballero
invitó a don Bosco a pasar por su casa y tomar
allí un refresco. Los que acompañaban a don Bosco
se apresuraron a decir:
-íAhora no podría ir; lo esperan con tantas
ansias acá y allá!
Pero don Bosco pidió disculpa a sus celosos
amigos y acompañó al caballero hasta su casa,
donde, siempre con el mayor miramiento, le contó
diversos hechos amenos, que le alegraron mucho. Al
despedirse, mostrándose deseoso de su amistad, le
dijo llanamente:
-Bueno, señor; en este momento mi intención es
ponerme bajo su protección. Le encuentro tan
bondadoso conmigo que me atrevo a pedirle un
favor. Le diré francamente que he venido a San
Salvatore para ver si encuentro una casa apta para
abrir en ella un colegio; y yo deseo que este
colegio esté bajo su protección y necesito su
apoyo y ayuda.
-Figúrese, don Bosco, contestó el caballero
encantado con tan exquisitas maneras; será para mí
el mayor gusto. Es más, puesto que usted me ha
hablado con tanta llaneza, también llanamente y
con el corazón en la mano, le haré una oferta.
Visite y examine esta mi casa. Si puede servir
para su fin, se la cedo al instante.
Don Bosco le dio las gracias, se disculpó
diciendo que, de momento, no podía aceptar un
ofrecimiento tan atento y lo dejó satisfecho del
encuentro.
(**Es12.224**))
<Anterior: 12. 223><Siguiente: 12. 225>