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((**Es12.220**) ellos podrían enviarle buenos hijos de María. Y, como si lo hubiese hecho de intento, un criado del párroco, libre ya del servicio militar, manifestó a don Bosco su ardiente deseo de estudiar para hacerse sacerdote. Don Bosco ((**It12.253**)) le escuchó y animó, pero no quiso decidir nada en el acto. El mismo cura parroco habló de otros dos feligreses ya mayores y llenos de buena voluntad y también para ellos dejó el Beato la decisión hasta que llegase el momento de las aceptaciones. Estaba entonces pendiente la gran cuestión, de si se debía cerrar la sede de la escuela de fuego en el Oratorio y trasladarla a la obra de Sampierdarena. Después salió a colación el instituto de las Hijas de María Auxiliadora y explicó el fin de esta institución, describió su vida y su continuo progreso. Una joven que ya había oído hablar de ellas y que se sentía atraída a aquella Congregación fue aceptada en el momento, al paso que algunas otras, dos de las cuales eran educandas, mostraron su deseo de ir a Mornese. Por fin, durante la comida, un padre de familia presentó al Beato a un hijo suyo, que había pedido ingresar en el Oratorio. Como el parroco daba óptimos informes de él y el maestro lo recomendaba encarecidamente, don Bosco lo aceptó sin mas formalidades. Aún no había dicho nada sobre los Cooperadores, su tema de viva actualidad por entonces. Introdujo la conversación suave y discretamente, hizo ver cuanto se interesaba por la obra el Padre Santo, dio una idea del apostolado que esta institución estaba destinada a ejercer en la Iglesia, ponderó los favores espirituales recientemente obtenidos para ella, y ya le fue fácil pasar a contar otros favores, que le había concedido Pío IX en su último viaje a Roma. Aquí se puso de manifiesto la habilidad de don Bosco para dar a cada cosa su justo valor. Había pedido en Roma, según su costumbre, indulgencias especiales, entre las cuales una indulgencia plenaria para todos los bienhechores del Oratorio cada vez que comulgaran o celebraran. Ahora bien, volviéndose al cura parroco, que merecía como el que mas ser contado entre los bienhechores, le dijo que en Roma se había acordado de él y que para él había pedido al Papa indulgencia plenaria cada vez que hubiese celebrado la misa. Lo mismo hizo con don Messidonio, añadiendo que para él y su familia había obtenido también otra ((**It12.254**)) para ganarla in artículo mortis. Se comprende la agradable impresión que debió causar en ambos el saber que don Bosco se hubiera acordado y ocupado de ellos. Lo que había pedido colectivamente, don Bosco lo presentaba a cada uno como favor personal, sic totum omnibus, quod totum singulis. (**Es12.220**))
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