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hable. Poneos de acuerdo con él. Yo estoy muy
contento, si puedo haceros algún bien.
También los de la casa raras veces pasaban a su
lado sin oír una palabra amable. Una tarde se
encontró, uno tras otro, a seis y a cada uno le
dijo lo suyo. A don José Monateri:
-íOh, don José Monateri quiere que don Bosco
quede pasmado a la vista de los prodigios y
milagros que él hará! >>Verdad?
A un clérigo apellidado Podest…:
-Tremunt Potestates. Potestas et imperium in
manu eius.
Y con estas palabras una caricia y una sonrisa.
Al clérigo Ghigliotto, el de Varazze:
-Pero tú aún no me has hecho la confesión de tu
vida futura. Tienes que elegir un día y decirme
todo lo que vas a hacer de hoy en adelante.
Al coadjutor José Rossi:
-He aquí al conde Rossi; el gran amigo de don
Bosco.
-íQué ganas tiene de bromear don Bosco!,
exclamó Rossi.
->>Yo ganas de bromear? >>Acaso no te gusta más
que te haya dicho esto, que si te hubiera dado un
pescozón?
Al clérigo Bodrati, destinado a dar clase a los
de la escuela de fuego:
-Prepárate, quiero proporcionarte tantos
alumnos como para dejarte pasmado; y tú, con tu
mano maestra, harás de ellos unas plantas elegidas
de la viña del Señor.
A otro clérigo:
-íDame carta blanca para hacer yo lo que
quiera! Ahora iremos a América para ayudar a don
Juan Cagliero. Tu convertirás la Patagonia.
Quien no tuvo la suerte de conocer a don Bosco,
no puede figurarse el bien que hacían estas
palabras y esta manera de tratar al que era objeto
de ellas.
((**It12.250**)) Había
que ver a nuestro Padre, cuando se entretenía
conversando con alguien que no pensaba como él en
las cosas que se iban a emprender. No rebatía la
opinión contraria a la suya, sino que escuchaba
con bondad; hacía ver que tomaba en consideracion
el parecer de la otra parte, daba buenas
esperanzas, dejaba en fin al interlocutor con la
impresión de que entre él y don Bosco no había
disensión. Pero en la práctica, el Beato ponía su
afán en hacer lo que se podía y no lo que se
hubiera querido, sin apartarse ni un ápice de lo
que había determinado y pensado con su propia
cabeza, no con la de cualquier otro. La amplia
libertad que concedía para que le dieran y
prodigaran sugerencias no carecía de intención: le
servía y mucho para conocer
(**Es12.217**))
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