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-Y además, insistió don Bosco, practica hasta
el escrúpulo lo que dicta el Señor en el santo
Evangelio: Quod superest date pauperibus, aunque
tiene una familia numerosa y, después de todo, no
es en modo alguno el rey del oro. Lo mismo que
cuando vivía en Florencia, también ahora, en
cuanto tiene un poco de dinero, viene al Oratorio
y me dice:
-Don Bosco, usted se encontrará en apuros ahora
que se acerca el invierno; tendrá que comprar
calcetines para sus muchachos; tome y compre una
docena a mi cuenta. Una vez me dijo: -Necesitará
comprar camisas; tome, compre una docena a mi
cuenta. Parece que el invierno va a ser muy crudo
este año, volvió a decirme; necesitará comprar
camisetas de punto para abrigar a sus muchachos;
tome, compre unas cuantas a mi cuenta. Y así, de
tanto en tanto, me le encuentro allí con alguna
oferta. Cierto día temí que se excediera y dejara
faltar lo necesario a su familia, y le dije que,
pese a mi gran necesidad, procurara no propasarse
en sus limosnas. íBravo, don Bosco!, me contestó.
>>Acaso solamente usted con los suyos quiere
ganarse el paraíso? Si no lo hago así, >>cómo
practicaré lo que dice Jesucristo: Quod superest,
date pauperibus? Le observé que esto es sólo un
consejo, no un precepto. Y él me insistió: -Sea
consejo o precepto, yo sé que con aquellas
palabras del ((**It12.246**)) Señor:
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una
aguja que se salve un rico, no se juega, y quiero
salvarme; por eso necesito despegar cada vez más
mi corazón de las cosas de esta tierra.
Desgraciadamente estoy viendo que quien se pierda
en cálculos para sí, siempre encuentra que debe
gastar para sí mismo y no le queda nada superfluo
para los otros. Cuanto más necesario cree tener
que gastar para mantener su posición, para el
presente y el futuro, siempre tiene algo que hacer
y gastar, ora acá ora allá. Pero todas estas
necesidades son pretextos que proceden de tener el
corazón apegado a las riquezas. Ante semejantes
observaciones no insistí más, y reconocí siempre
en él al hombre de gran corazón y muy bien formado
en asuntos religiosos.
-íCierto, cierto! Como que de joven estudió
para cura. Es más, creo que estuvo en el
seminario.
-Desconocía este detalle; pero siempre vi en él
un santo varón, desinteresado y muy instruido.
Hablóse después de los misioneros salesianos,
que tanto trabajaban y tanto bien hacían en
América, donde había muchísima escasez de buenos
sacerdotes. Se dijo que hacía falta enviar allá a
muchos otros sacerdotes para que enseñaran a
aquellas gentes los caminos del cielo.
-Mas para esto, observó don Bosco, se requieren
muchos gastos, porque es un asunto muy serio.
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