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cronista que su refección era <>, que consistía, las más de las veces, en
<>. Se
entretuvo después, hasta eso de las once y media,
hablando de la gran fiesta que se acercaba y de la
Patagonia.
El primer día del triduo, domingo, hubo una
doble alegría; junto con el Patrocinio de san
José, cuya solemnidad exterior, como ya se dijo,
había sido trasladada, se celebró también el
regreso de don Bosco. Sirvióse la comida en la
biblioteca; sentáronse a la mesa, además de los
jefes de taller, varios invitados más, entre los
cuales estaban los profesores Pechenino, Terreno,
Allievo, Lanfranchi y Bacchialoni. Y se lee en la
crónica: <>. Se daban con relativa frecuencia,
precisamente porque contribuían mucho a mantener
relaciones amistosas con distinguidos personajes,
máxime eclesiásticos y profesores. A estos últimos
hacíanseles especiales invitaciones, cuando se
trataba de seleccionar los autores para la
Biblioteca de la juventud ((**It12.231**))
italiana. Estas comidas se preparaban sin regatear
gastos, de suerte que, aun sin ostentación ni
derroche, los convidados quedaban satisfechos.
Aquella tarde presidió don Bosco la velada de
los aprendices que se había trasladado junto con
la fiesta litúrgica, porque se deseaba que
asistiera a ella el padre querido. Se intercalaron
números musicales y poesías, que agradaron mucho,
con unos graciosos diálogos, cuyos interlocutores
representaban los diversos oficios de la casa.
Comenzaron los zapateros. Apareció uno con un par
de zapatos rotos en la mano y se encontró con otro
que llevaba un par de zapatos nuevos. Se saludaron
y, después, el primero fue explicando con los
términos apropiados italianos cómo se remiendan
los zapatos. Vio luego los zapatos nuevos del otro
y preguntó detalles sobre los mismos. El segundo
zapatero se los fue dando. Hasta que, por suerte,
llegó un tercero, que hizo más vivo y chistoso el
diálogo, llevándole a una conclusión. Un segundo
grupo representaba a los sastres y un tercero a
los cerrajeros, y así sucesivamente. El
pensamiento moral daba el tono a cada diálogo,
invitando al perezoso a trabajar mucho,
determinando al negligente a poner más atención y
decidiendo al parlanchín a ser más moderado en el
hablar. Los sentimientos cristianos iban brotando
por uno y otro lado prestando colorido al diálogo.
Así, por ejemplo:
-Ea, más le tocó sufrir a san José cuando huyó
a Egipto, que no a ti.
-íHabría que ver lo que tuvo que sudar!
-Jesús obedecía a san José más deprisa de lo
que lo hacemos nosotros.
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