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CAPITULO I
LA PALABRA DEL BEATO DON BOSCO AL
COMIENZO DEL NUEVO AÑO
LA palabra oral o escrita, con la que en diversas
ocasiones del mes de enero abrió el Beato don
Bosco las ventanas de su alma a los Salesianos, al
Oratorio, a los Colegios y a los Misioneros, tiene
un contenido, que nos parece hecho expresamente
para dar comienzo a este volumen.
>>Quién habría podido nunca imaginar, al oír o
leer lo que él decía, que aquella encantadora
serenidad ocultaba a los ojos ajenos penas
punzantes y desagradables preocupaciones?
Las contrariedades de la Obra de María
Auxiliadora y de la pía Unión de los Cooperadores,
agudizadas en 1876, como ya hemos referido; las
continuas atenciones para hacer frente a las
incesantes necesidades de cada día; las crecientes
preocupaciones por las fundaciones, que se
multiplicaban y ampliaban; las amargas molestias
por los malentendidos, que, bajo diversas formas,
se reproducían continuamente, eran espinas, que
traspasaban sin descanso su corazón y que hoy
nosotros conocemos de alguna manera a través de
los documentos. Pero eran cosas, que no le
impedían hacerse todo para todos sin esfuerzo
visible, sin momentos de debilidad; de suerte que
en su habitual entrega al trabajo y al ministerio,
en su ((**It12.10**))
participación en la vida común, en su trato y en
el acento de su voz, sus hijos nunca veían en él
más que a don Bosco, al don Bosco de siempre, a su
querido don Bosco. Veamos por partes estas
manifestaciones.
A los Salesianos
De ordinario hablaba con sus queridos
Salesianos en la intimidad, en público y por
carta.
El día primero de enero, conversando
familiarmente con algunos hermanos y haciendo casi
un balance de la Congregación al comienzo del
nuevo año, como lo habría hecho un hombre de
negocios a sus socios en la cuenta anual sobre el
estado de la hacienda, dio don Bosco una mirada al
pasado, al presente y al futuro, para mostrarles
cómo(**Es12.18**))
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