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aquellos animales no la podían mover y el Papa se
encontraba cada vez mas agotado. Yo estaba
arrepentido de no haberle invitado a venir a mi
casa y no haber pensado en ofrecerle algún
refrigerio. Pero, me decía a mí mismo:
>>-Apenas lleguemos a la casa del capellán de
Morialdo, lo arreglaremos todo. Entre tanto la
carroza seguía parada. Entonces levanté una
especie de eje que por la parte de atrás tocaba al
suelo. El Papa al ver esto, comenzó a decir:
>>-Si estuvieseis en Roma y os viesen realizar
estos trabajos, seríais objeto de risa.
>>Y mientras estaba entregado a mi tarea me
desperté>>.
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Durante esta estancia de don Bosco en Roma tuvo
pocos contactos con los hombres del Gobierno. Sólo
visitó al honorable Melegari, Ministro de Asuntos
Exteriores, el cual le recibió muy bien. El Siervo
de Dios le recomendó sus misiones ya empezadas y
las que vendrían después. Recibió de él buenas
promesas; pero no le concedió ningún subsidio. En
el célebre encuentro que tuvo a los pocos meses
con Depretis, en Lanzo, no perdió la ocasión de
volver sobre el tema. El Presidente del Consejo de
Ministros prometió, dijo que apoyaría su petición
de ayuda, que daría órdenes a los cónsules, que
trataría el asunto con el Ministro de Asuntos
Exteriores, que contribuiría personalmente; pero
después, cuando el Beato llegó a la conclusión y
le pidió socorro, tuvo como respuesta alabanzas,
disculpas y no se habló mas del asunto.
Don Bosco envió a don Celestino Durando a
saludar al honorable Coppino, Ministro de
Instrucción Pública, que se le mostró sumamente
cortés. Aun sabiendo que aguardaban muchos en la
sala de espera para ser admitidos a la audiencia,
lo entretuvo unos veinte minutos. Le hizo grandes
elogios del Oratorio y de los colegios salesianos,
que él conocía muy bien. Alabó también mucho los
diccionarios, que le presentó, los hojeó, leyó el
prólogo y admiró la elegancia de su latín.
<>.
Desgraciadamente en aquellos tristes momentos
del imperio sectario había siempre motivo para
temer que las palabras no anduvieran de acuerdo
con los hechos. Sin embargo, don Bosco respetaba y
quería que se respetaran las autoridades del
Estado, pensando que ganaba mucho, aunque sólo
obtuviera cerrar la entrada de malas prevenciones
contra su persona y sus obras. Este espíritu
condescendiente le valió mas de una vez para
arreglar asuntos y allanar diferencias, que
entorpecían la acción saludable de la Iglesia en
Italia. No estaban maduros
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