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((**Es12.152**) a la posesión de la verdadera felicidad; por eso nos unimos todos en torno a Vos, Padre Amoroso y Maestro Infalible. Vuestras palabras serán la guía de nuestros pasos, la norma de nuestras acciones. Vuestros pensamientos, vuestros escritos serán recibidos con la mayor veneración y difundidos con viva solicitud entre nuestras familias, entre nuestros parientes y, si nos fuera posible, por todo el mundo. Vuestras alegrías, serán las de vuestros hijos y vuestras penas y vuestras espinas también serán compartidas por nosotros. Y así como es una gran gloria para un soldado morir en el campo de batalla por su soberano, de la misma manera el día más hermoso de nuestra vida será aquel en que podamos dar los bienes y la vida por Vos, Beatísimo Padre, puesto que, muriendo por Vos, tenemos una prenda segura de morir por Dios, que corona los momentáneos sufrimientos de la tierra con los eternos goces del Cielo>>. No tenemos el original de este discurso que, bien sabe Dios, era todo un baturrillo. Podemos deducirlo de diversos borradores, que tenemos a la vista. Poseemos en cambio la copia que él empleó, transcrita en clara letra caligráfica con infinita paciencia por el diestro secretario don Joaquín Berto y que él retocó por su mano acá y allá. Uno de estos retoques llamó nuestra atención y es: que sustituyó hasta cuatro veces la palabra <> ((**It12.172**)) por el nombre de <> que, sin embargo, ya se repetía varias veces 1. El efecto fue triple; bueno para los buenos, de desilusión para unos cuantos aficionados a la pura literatura, y de ignominia para algún que otro malintencionado. Oigamos a dos testigos presenciales. Escribe don Celestino Durando 2: <>. Y don Joaquín Berto a su vez 3: <(**Es12.152**))
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