((**Es12.144**)
una gestión que le interesaba mucho. Al comienzo
de la cuaresma habían sido presentados al
Arzobispo dos de sus subdiáconos para las aún
lejanas Ordenaciones, que se acostumbra tener el
sábado santo; pero, al recibir contestación de que
aquel día no habría Ordenaciones, se rogó a
Monseñor que tuviera a bien entregar una
declaración escrita para algún otro Obispo, que se
prestara a ordenar a los dos hijos de don Bosco.
Pero la cuaresma avanzaba, estaba ya cerca la
semana santa, don Bosco salía para Roma, y el
Ordinario no daba señales de vida. Don Miguel Rúa
estaba entre la espada y la pared; podía insistir
a la Curia y quizás provocar la indignación del
Superior Eclesiástico, o podía esperar con el
peligro ((**It12.162**)) de ver
fracasar las ordenaciones y causar un disgusto a
don Bosco. En consecuencia, determinó pedir
instrucciones, tan pronto como don Bosco llegó a
Roma. El domingo de Ramos don Bosco encargó que se
le contestara en estos términos: <> 1.
Por fin llegó la suspirada contestación del
Ordinario; llegó a la una de la tarde del viernes
santo y decía así: <>.
Los dos ordenandos no perdieron tiempo en
quejas y protestas. A
1 La manera de expresarse del secretario indica
claramente que don Bosco no le dijo palabra del
fastidioso precedente. Había cosas de las que don
Bosco no decía a nadie más de lo estrictamente
necesario. Pero ciertas frases, dictadas por él,
decíanle a don Miguel Rúa mucho más que lo que hoy
parecen expresar: <>.
(**Es12.144**))
<Anterior: 12. 143><Siguiente: 12. 145>