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Dada su condición, sentía cada vez más la
necesidad de penetrar en todos los ambientes y
ganarse amigos de toda clase de personas.
Tenía además diversas y serias razones para
volver a Roma; era especialmente necesaria su
presencia para arrancar privilegios poco a
poco, uno tras otro, puesto que veía cerrado el
camino para obtenerlos todos de una vez. Basta
recordar las peticiones presentadas a fines del
año 1875. Así que, el comparecer allá, invitado
formalmente y no por su propia voluntad,
justificaba su viaje a los ojos de quien vigilaba
en Turín y de los que quizás desconfiaban de él en
Roma. Y le facilitaba el acceso a los prelados de
la Curia. La misma circunstancia le ponía el
abrigo de las sospechas de los que espiaban sus
pasos en las relaciones con los hombres del
Gobierno.
Llegó a Roma hacia las dos de la tarde del 5 de
abril. Fue recibido por el <>
señor Alejandro Sigismondi, el cual le acompañó a
su casa en la calle Sistina, le asignó un cómodo
apartamento, libre de todo control de extraños, en
la última planta, con una hermosa terraza que le
permitía contemplar el delicioso panorama de la
ciudad. Se entregó enseguida ((**It12.161**)) al
trabajo y comenzó al mismo tiempo sus
peregrinaciones por la ciudad para visitas de
negocios más que de pura conveniencia.
Pero, antes de seguir, queremos dar una muestra
del diario arriba mencionado. Estas eran las
anotaciones de los cuatro primeros días: <>.
Como se ve, aquí tenemos un index rerum (simple
índice) pero sin detalle alguno de las cosas.
Los asuntos romanos no absorbían a don Bosco de
suerte que le impidieran llegar con el pensamiento
a Turín. Tocaremos dos cosas solamente.
Al salir del Oratorio, tenía la pena de no ver
todavía el éxito de
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