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Muy apreciada señora Matilde:
No podemos tener el gusto de celebrar pasado
mañana en su casa la fiesta de santa Matilde, pero
le ruego tenga a bien alargarnos el tiempo útil
hasta primeros de abril, y entonces cumpliré mi
deber personalmente.
Pero, puedo asegurarle que no la olvidaremos
ante el Señor: el 14 de este mes se celebrará la
santa misa en el altar de María Auxiliadora y
nuestros muchachos comulgarán según su piadosa
intención.
Que Dios la bendiga, señora Matilde, juntamente
con el señor Alejandro y les conceda a los dos
buena salud y largos años de vida feliz.
Ruegue también por este pobrecito que siempre
será en Jesucristo
Turín, 12-3-1876.
Su humilde servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Le aguardaban en Roma asuntos importantes.
Siempre tenía muchos en Turín y fuera de Turín.
-Una cosa tras otra todo se irá arreglando,
dijo a los suyos.
La tarde que precedió a su marcha, escribió más
de veinte cartas, algunas de ellas con dirección a
Francia. Después de cenar, que podía decirse era
el momento de sus grandes entrevistas, tomó los
oportunos acuerdos con diversos Superiores sobre
muchas cosas por resolver. Cuando terminó, le
rodearon algunos sacerdotes y profesores.
Recomendó al reverendo Cipriano que no alargase la
misa más de media hora, salvo el caso en que
hubiese muchas oraciones; pues de ordinario
convenía que la misa durase ((**It12.157**)) de
veintidós a veinticinco minutos. Al clérigo
Obertiglio, que le pedía permiso para ir a casa de
sus padres un par de días, le dijo que se pusiera
de acuerdo con don Miguel Rúa y don José Lazzero.
El no daba nunca negativas; don Miguel Rúa, por su
parte, ponía muchísima atención para impedir que
don Bosco tuviera que hacer papeles odiosos. A
otros dijo otras cosas. Saludó después con
palabras afectuosas a cada uno de los que le
rodeaban y tranquilamente subió a su habitación.
(**Es12.140**))
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