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hombres y hacerlos partícipes de la música que
después iremos a oír en el paraíso;sino que hacían
el papel del mal músico, que quiere poner alegre
al demonio. Pues bien, como yo quiero que los
músicos sigan después tocando sus sinfonías en el
cielo, se disolvió la banda para que nadie
continuara tocando la música en las calderas de
Pedro Botero. Ahora se ha organizado la banda con
mejores bases, como espero, pues quiero que mis
músicos puedan seguir después haciendo un buen
papel en el paraíso.
Pero una cosa que causó inmenso daño entre
vosotros, que me ocasionó extraordinario dolor, y
por la que hubo que despedir a varios de casa, fue
el haber descubierto que eran ladrones,
murmuradores y que hablaban de cosas inmorales. Me
supo muy mal tener que despedirlos, especialmente
porque algunos, al salir de aquí, no sabían adónde
ir. Y hubo que dejarlos en la calle, obligados a
pedir limosna. íPero qué queréis! Cuando uno en
medio de sus compañeros no escucha la voz de los
Superiores y hace el oficio de lobo carnicero, yo
no puedo, en conciencia, tenerlo aquí haciendo
daño a los demás: ya sabéis que en este caso no se
transige; cuando entra el escándalo de los
compañeros por medio no puedo tolerarlo. Por
tanto, debéis poner atención, y los que, para su
desgracia, hubiesen caído ya en alguna de las
faltas que acabo de mencionar, que no sigan, por
favor, y se corrijan; es más, procuren tener muy
ocultas sus disparatadas acciones, porque de lo
contrario perderían su buen nombre, el aprecio de
los otros e incluso se pondrían en peligro de ser
despedidos del Oratorio.
Si hubiese alguno que no esté decidido a
enmendarse, es decir, que no quiera atenerse al
reglamento: >>sabéis lo que le aconsejo? Que venga
a decirme que no está de buena gana en casa, y
búsquese un sitio en otra parte; nosotros le
daremos todavía buenos certificados. Y así las
cosas irán de común acuerdo; amigos antes y amigos
después. Porque, si son los Superiores los que
llegan a descubrir las faltas, entonces éste
tendrá que pasar por la vergüenza de ser expulsado
del Oratorio, sufrir el perjuicio de no ser
colocado en un puesto donde pueda ganarse el pan y
ver que no le dan certificados de su conducta para
poder ser admitido en otra parte. Y notad que
estos certificados se piden dondequiera que uno se
presente en busca de trabajo.
Pero no he venido esta noche únicamente para
deciros cosas desagradables, sino también para
manifestar mi especial satisfacción a los que
vienen a verme con frecuencia y no sólo en el
confesonario, sino también en el patio y en mi
habitación. Ya no sucede como hace algún tiempo,
que muchos miraban a don Bosco como si fuera el
coco y siempre huían de él. Entonces tenía yo a mi
alrededor para confesarse una gran turba de
estudiantes, especialmente los sábados por la
tarde y los domingos ((**It12.151**)) por la
mañana; pero en cuanto a los aprendices, ya podía
yo hacer y decir: venían pocos o ninguno. Ahora,
en cambio, las cosas van mejor, aunque, a decir
verdad, algunos dejan pasar todavía un tiempo
notable sin venir.
Tened, pues, presente que yo estoy siempre muy
contento cuando venís a verme, no sólo en la
iglesia, sino también fuera de ella. Lo que deseo
es que vengáis, y no para darme a mí ese gusto,
sino para que podáis recibir de don Bosco alguno
de los buenos consejos, que suele dar a los que se
acercan.
Otra cosa quería deciros y es que, ayer y hoy,
vinieron algunos a preguntarme si también ellos
podían inscribirse y pertenecer a la Congregación
de San Francisco de Sales. A varios ya les he
contestado en particular: mas, como sé que también
hay otros que desearían hacerme la misma pregunta,
os respondo en pocas palabras aquí en público a
todos juntos. Creo que ya sabéis casi todos qué es
la Congregación de San Francisco de Sales. No está
hecha sólo para los sacerdotes o para los
estudiantes, sino también para los aprendices. Es
una reunión de sacerdotes, clérigos y seglares,
especialmente artesanos, que desean vivir juntos,
procurando hacerse el bien entre sí
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