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((**Es12.135**) hombres y hacerlos partícipes de la música que después iremos a oír en el paraíso;sino que hacían el papel del mal músico, que quiere poner alegre al demonio. Pues bien, como yo quiero que los músicos sigan después tocando sus sinfonías en el cielo, se disolvió la banda para que nadie continuara tocando la música en las calderas de Pedro Botero. Ahora se ha organizado la banda con mejores bases, como espero, pues quiero que mis músicos puedan seguir después haciendo un buen papel en el paraíso. Pero una cosa que causó inmenso daño entre vosotros, que me ocasionó extraordinario dolor, y por la que hubo que despedir a varios de casa, fue el haber descubierto que eran ladrones, murmuradores y que hablaban de cosas inmorales. Me supo muy mal tener que despedirlos, especialmente porque algunos, al salir de aquí, no sabían adónde ir. Y hubo que dejarlos en la calle, obligados a pedir limosna. íPero qué queréis! Cuando uno en medio de sus compañeros no escucha la voz de los Superiores y hace el oficio de lobo carnicero, yo no puedo, en conciencia, tenerlo aquí haciendo daño a los demás: ya sabéis que en este caso no se transige; cuando entra el escándalo de los compañeros por medio no puedo tolerarlo. Por tanto, debéis poner atención, y los que, para su desgracia, hubiesen caído ya en alguna de las faltas que acabo de mencionar, que no sigan, por favor, y se corrijan; es más, procuren tener muy ocultas sus disparatadas acciones, porque de lo contrario perderían su buen nombre, el aprecio de los otros e incluso se pondrían en peligro de ser despedidos del Oratorio. Si hubiese alguno que no esté decidido a enmendarse, es decir, que no quiera atenerse al reglamento: >>sabéis lo que le aconsejo? Que venga a decirme que no está de buena gana en casa, y búsquese un sitio en otra parte; nosotros le daremos todavía buenos certificados. Y así las cosas irán de común acuerdo; amigos antes y amigos después. Porque, si son los Superiores los que llegan a descubrir las faltas, entonces éste tendrá que pasar por la vergüenza de ser expulsado del Oratorio, sufrir el perjuicio de no ser colocado en un puesto donde pueda ganarse el pan y ver que no le dan certificados de su conducta para poder ser admitido en otra parte. Y notad que estos certificados se piden dondequiera que uno se presente en busca de trabajo. Pero no he venido esta noche únicamente para deciros cosas desagradables, sino también para manifestar mi especial satisfacción a los que vienen a verme con frecuencia y no sólo en el confesonario, sino también en el patio y en mi habitación. Ya no sucede como hace algún tiempo, que muchos miraban a don Bosco como si fuera el coco y siempre huían de él. Entonces tenía yo a mi alrededor para confesarse una gran turba de estudiantes, especialmente los sábados por la tarde y los domingos ((**It12.151**)) por la mañana; pero en cuanto a los aprendices, ya podía yo hacer y decir: venían pocos o ninguno. Ahora, en cambio, las cosas van mejor, aunque, a decir verdad, algunos dejan pasar todavía un tiempo notable sin venir. Tened, pues, presente que yo estoy siempre muy contento cuando venís a verme, no sólo en la iglesia, sino también fuera de ella. Lo que deseo es que vengáis, y no para darme a mí ese gusto, sino para que podáis recibir de don Bosco alguno de los buenos consejos, que suele dar a los que se acercan. Otra cosa quería deciros y es que, ayer y hoy, vinieron algunos a preguntarme si también ellos podían inscribirse y pertenecer a la Congregación de San Francisco de Sales. A varios ya les he contestado en particular: mas, como sé que también hay otros que desearían hacerme la misma pregunta, os respondo en pocas palabras aquí en público a todos juntos. Creo que ya sabéis casi todos qué es la Congregación de San Francisco de Sales. No está hecha sólo para los sacerdotes o para los estudiantes, sino también para los aprendices. Es una reunión de sacerdotes, clérigos y seglares, especialmente artesanos, que desean vivir juntos, procurando hacerse el bien entre sí (**Es12.135**))
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