((**Es12.133**)
-Vengo a que me aconseje acerca de mi vocación;
estoy dispuesto a someterme ciegamente a sus
sugerencias y a hacer lo que usted me diga.
Le miré sonriendo, dando muestras de que no
creía mucho en sus palabras; y él me aseguro:
-Sí, me pongo totalmente en sus manos. Dígame
lo que quíera y lo haré.
-Pues bien, si es así, le dije yo, acaba el
cuarto curso y después, sin más, haces en estas
vacaciones el examen para tomar la sotana, y el
día de Todos los Santos se te impondrá.
->>Y a dónde tendré que ir a estudiar filosofía
y teología?
-íAquí en el Oratorio!
-Pero... es que... mis padres y mi párroco
querrían que yo fuera al seminario.
-Al seminario, no; si es así, no te hagas
sacerdote; sigue el quinto curso, y, si no te
parece bien hacerlo aquí, ve a otra parte, pero no
te hagas sacerdote. Toma otra carrera.
El muchacho inclinó la cabeza y dijo:
-Bueno, así lo haré; seguiré su consejo. He
prometido obedecer y obedeceré.
Pero al pobrecito no le gustó y fue tan
bobalicón que refirió por escrito todo nuestro
diálogo a sus padres y al párroco. Llegaron las
vacaciones y partió del Oratorio, pero el párroco
no le dejó volver. Le decía:
->>Qué diferencia ((**It12.148**)) hay
entre aquello y esto? >>Si te basta el cuarto
curso para ponerte la sotana en el Oratorio, no va
a ser suficiente este examen para el Seminario? Si
tienes vocación de hacerte sacerdote, lo mismo
puedes llegar a serlo aquí que allí.
Y nuestro joven vistió la sotana aquellas
vacaciones y entró en el Seminario. Pero aquel año
su conducta fue pésima, y, al volver a casa por
vacaciones, se la quitó. Aquello disgustó mucho a
sus padres. El párroco le había colocado en el
Oratorio, pagando de su bolsillo la pensión, a lo
que se había obligado. Pero el corazón del joven
estaba tan encendido en rencor que fue a él, y le
dijo:
-Estoy perdido por su culpa, que no me dejó
seguir el consejo de don Bosco. El me lo había
dicho: si vives retirado, tus cosas marcharán
bien; pero, en medio de las diversiones, te
perderás; piensa cómo te portas cuanto estás en el
Oratorio; aquí tu conducta es bastante buena.
íMira, en cambio, cómo te portas en las
vacaciones! Las cosas de tu alma marchan siempre
mal. Y es usted, señor Párroco, quien no quiso que
yo escuchase a don Bosco, y ahora estoy perdido.
Y este desgraciado fue siempre adelante, a
tontas y a locas, convertido en el escándalo de
todos. Riñó con el párroco, casi logró
desesperarlo y llegaron a tal punto los atropellos
que el párroco tuvo que escapar de aquel pueblo
por su culpa, y renunciar a la parroquia.
Pero ni aún así deja aquel joven de molestarlo
cuanto puede. Con esta tan negra ingratitud paga a
su bienhechor. Este joven vive todavía, lo
encontré hace pocos días, me habló y me dijo que
había equivocado totalmente su camino por no
seguir mis consejos. Intenté decirle una buena
palabra; pero bajó la cabeza y no dio la menor
señal de estar dispuesto a hacer lo que le dije.
Este desgraciado, aquí en el Oratorio, lejos de
peligros y ocasiones, hubiera perseverado en su
vocación y llevaría una buena vida.
Este hecho que os he contado, no es para
hablaros de vocación. Tendremos tiempo de hablar
sobre ello más tarde. Es solamente para que veáis
cómo quien sigue los consejos de los Superiores y
se conduce según sus amonestaciones, acaba siempre
por quedar satisfecho. Quien, por el contrario,
quiere obrar en contra de lo que le dicen los
Superiores, siempre acabará mal. Porque el Señor
ha puesto a los Superiores en
(**Es12.133**))
<Anterior: 12. 132><Siguiente: 12. 134>