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que los asistentes no tienen autoridad alguna para
permitir salir de las filas a nadie, por ningún
motivo. Nunca se dio esta autorización, ninguno la
tiene y nunca se dará, porque sería fuente de
gravísimos males. La autoridad del asistente se
reduce a esto: acompañar las filas, guiarlas al
lugar establecido, velar para que nadie insulte a
los nuestros y los nuestros no insulten a ninguno,
y que haya orden en todo; pero nunca,
jamas, tomarse la libertad de permitir a un joven
alejarse de las filas. Y vosotros, queridos míos,
no intentéis pedir este permiso al asistente;
porque entonces le proporcionáis una pesadilla, un
tormento terrible que no sabría cómo quitarse de
encima al que pide, al que suplica, al que
lloriquea. Ya no tendrá un momento para respirar
en todo el paseo.
Concretemos, pues, el asunto en unos cuantos
principios:
-El paseo no sea una parada. Nadie se aparte de
las filas. Los asistentes no den nunca este
permiso. Y sobre todo, no se tenga dinero, que es
la causa de todos los desórdenes.
Os he dicho que el que guarda dinero y no
quiere entregarlo, no vaya a comulgar. Pero
siempre hay alguno que objeta:
->>Pero, es que está prohibido por los
mandamientos de Dios o de la Iglesia tener dinero?
Nunca hemos leído esta obligación.
>>Que no la hay? Pero yo digo: >>no es acaso el
Espíritu Santo quien dice: Obedite praepositis
vestris et subiacete eis, obedeced a vuestros
Superiores y estadles sometidos? >>Acaso no es
Jesucristo quien dijo: Qui vos audit me audit,
quien os escucha a vosotros a mí me escucha? Y
ícuántas otras citas de la Biblia podría traeros,
que no quiero recordar ahora por no alargarme
demasiado! Ahora bien, si los Superiores creyeron
muy oportuno establecer esta regla, tienen derecho
a ser obedecidos, y vosotros el estrecho deber de
obedecer.
>>Creéis, tal vez, que se hacen las cosas por
capricho? Un Superior, antes de deliberar, se pone
en la presencia de Dios, examina su conciencia,
reza para que el Señor le ilumine y le haga ver si
la disposición que piensa dar es para bien de sus
súbditos, ((**It12.147**))
examina y pondera la cosa, y después habla según
le inspira el Señor.
No sé explicarme cómo algunos no comprenden;
entre vosotros no hay marmotas dormidas y todos
deberíais entender bien que es el Señor quien pone
a los Superiores y les da las gracias necesarias
para el buen gobierno de sus súbditos. Omnis
potestas a Deo (todo poder viene de Dios). No me
explico cómo algunos no entienden que la
obediencia es muy agradable a Dios; y que nunca se
equivoca el que obedece, mientras que siempre se
equivoca el que no obedece. Tened profundamente
grabada en vuestra mente esta gran verdad. Muchas
veces los Superiores dicen una cosa, dan un
consejo y, aunque parece fuera del caso y hasta
fuera de razón, sin embargo ellos ven la marcha
general de las cosas y los que los escuchan acaban
bien y, en cambio, acaban mal los que no los
escuchan. Sucede, a veces, que el consejo no
guarda relación o no enlaza con lo anteriormente
dicho, o con lo que hay que hacer después, y dicen
los inexpertos:
-íPero esto no tiene nada que ver con lo que yo
pedía!
Confiad en vuestros Superiores, seguid
tranquilos su consejo sin discutirlo y acabaréis
por estar contentos. Ellos tienen más edad, más
práctica, más experiencia, más ciencia que
vosotros. Y además os quieren.
Os contaré a este propósito lo que le sucedió
hace unos años a un estudiante del cuarto curso.
Puedo decirlo tranquilamente, porque ninguno de
vosotros conoce la persona, a la que me refiero.
Un día se presentó un muchacho en mi cuarto y
me dijo:
(**Es12.132**))
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