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febrero encargó a don José Ronchail que escribiera
a algunos beneméritos señores de Niza y se
procediera a la compra; la Providencia no
faltaría.
El abate Roetti de Niza tuvo una idea genial.
Anunciaban los
periódicos que monseñor Mermillod, Vicario
apostólico de Ginebra, procedente de Marsella y
camino de Roma, pasaría por Niza. Se hablaba mucho
del elocuente Prelado de fama mundial que sufría
el destierro hacía tres años, víctima de tiranías
heréticas y sectarias; iba a la Ciudad eterna para
templar su ánimo en la tumba de san Pedro y a los
pies del gran Pío IX, y para promover la causa de
declarar Doctor de la Iglesia a san Francisco de
Sales. Propuso el abate a los socios de la
Conferencia de San Vicente de Paúl que suplicaran
a Monseñor que se detuviese en Niza para predicar
un sermón de charité o, como diríamos nosotros,
dar una conferencia en favor de la obra de don
Bosco. El abogado Michel, como presidente, el
barón de Héraud y algunos otros socios aceptaron
la propuesta, e invitaron a Monseñor. Este,
después de un intercambio de cartas y telegramas,
señaló el 23 de febrero por la tarde, en el lapso
de tiempo entre la llegada de un tren y la salida
del otro.
Un selecto grupo de fervientes católicos
recibió al digno Pastor, que llegó a la una. La
conferencia, fijada para las tres, la dio a las
dos en la iglesita de San Francisco de Paula, tan
atestada de oyentes, que muchas personas ((**It12.115**))
tuvieron que resignarse a no poder entrar.
Preguntó el orador en la sacristía sobre qué tema
debía predicar. Al saber que se trataba de una
obra en favor de los huerfanitos y dirigida por
los Salesianos, se alegró muchísimo, porque, como
él mismo dijo después, era justo que el sucesor de
san Francisco de Sales predicara en favor de una
obra confiada a una Congregación, que tenía por
patrono al santo Obispo de Ginebra. Pocos minutos
después subió al púlpito. El noble e imponente
auditorio, presidido por monseñor Solá, Obispo de
Niza, aguardaba ansioso la palabra del gran
perseguido.
Monseñor Mermillod tomó como lema el texto de
David: Tibi derelictus est pauper, orphano tu eris
adiutor (El desvalido se abandona a ti, tú
socorres al húerfano) 1. Demostró después la
relación existente entre la maternidad de la mujer
y la maternidad de la Iglesia; hizo ver cómo ésta
sale al encuentro de aquélla y la socorre cuando
no tiene la posibilidad de educar a la prole;
terminó poniendo de relieve la común obligación de
unirse a la Madre Iglesia para mantener y educar
en el bien a los pobres huérfanos, que, ayudados
por la religión, se
1 Ps. X,14.
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