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A medida que la fama de los Salesianos se
propagaba por la República Argentina, salvando las
fronteras y se difundía también por las repúblicas
vecinas, sucedíanse una tras otra las peticiones
de fundaciones que tuvieran como fin la educación
de la juventud, tal y como se verá en el curso de
esta historia. El Beato, que conocía todo esto,
recogía y meditaba ya sus pensamientos para poner
a punto una segunda expedición. En efecto, el 30
de marzo entregó a don César Chiala una notita, a
manera de minuta, para que escribiera a don Juan
Cagliero: <((**It12.111**))
enviároslo; pero es preciso que don Juan Cagliero
especifique detalladamente cuántos sujetos y para
qué cometidos. En las diversas cartas lo mismo se
piden dos, cuatro, que treinta misioneros... En
cuanto llegue esta nota, se pensará en la
expedición y la haremos partir>>.
Hay una cosa de la que se hicieron
apreciaciones erróneas, a saber, de la idea que
pasó por la imaginación de don Bosco y que
manifestó poco después de la primera expedición de
misioneros. El acarició la idea de inducir al
Gobierno italiano a fundar una colonia en el sur
de Argentina, que dependiera en todo y por todo de
la madre patria; era un sueño imposible de
realizar, pero ajeno a todo fin político.
Don Bosco no sospechaba que era un plan
quimérico, porque creía que en aquellas lejanas
tierras había extensiones ilimitadas que no
pertenecían a ningún Estado civil. En efecto, nos
consta que habló de ello dos veces en este
sentido. El 5 de febrero de 1876, por vez primera,
aludió a <>; el 19 del
mismo mes dijo, por segunda vez, que había
muchísimos <>. Y
formula la misma persuasión en un memorial
dirigido al Ministro de Relaciones Exteriores
Melegari 1, en el que indica una zona que se
extiende <>, donde <>.
Autores italianos, mal informados,
enciclopedias superficiales y mapas geográficos
con indicaciones fantásticas, le habían inducido a
este error.
Tenían que pasar todavía unos cuarenta años
para que los estudios geográficos adquirieran en
Italia un nivel científico más alto. Pero, cuando
supo que no había en aquellas regiones un palmo de
tierra,
1 Véase, Apéndice, doc. 5.
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