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ciertas nebulosas, las hacía resplandecientes. Nos
hace bien creer, sin embargo, que la oración del
Siervo de Dios tuvo la eficacia de obtener luces
celestes en tiempo oportuno para esta categoría de
colaboradores.
Gazzolo no estaba satisfecho. Le disgustaba
que, entre tantas cosas como se habían dicho de
los misioneros, se hubiese hablado tan poco de su
actuación. Su propia correspondencia permite
descubrir y leer en su interior 1.
Es necesario, al llegar aquí, rectificar
particularmente una afirmación, y no sólo por
interés de la historia. Afirma él en una carta
rotundis verbis (a boca llena), que la iglesia de
la Misericordia fue <> por él.
La verdad es que la Cofradía le encargó de la
compra del terreno para construir en él la
iglesia. Con tal ocasión hizo también un buen
negocio, pues, sin defraudar a la Cofradía,
adquirió terreno suficiente para la iglesia y para
sus proyectos. Sólo que, relegada la iglesia hacia
el fondo, quedóse para sí las dos parcelas
laterales, que lindaban con las calles, con miras
a las dos casas que él construyó después en ellas.
Una la compraron más tarde los salesianos a sus
herederos, pagándola muy cara.
Por suerte, el Beato recibía comunicaciones
mucho más consoladoras de otras fuentes. El
Vicario monseñor Espinosa ((**It12.109**)) le
escribía con la misma fecha en estos términos 2:
<>.
También monseñor Ceccarelli había hecho ya la
apología de los Salesianos de San Nicolás 3: <>.
Esta última expresión no hay que atribuirla a
énfasis oratoria. Don José Fagnano, por ejemplo,
realizaba largas excursiones apostólicas, en las
que hacía mucho bien, a costa de muchos
sufrimientos.
Quedan dos cartas por presentar aquí, escritas
por el beato don Bosco a don Juan Cagliero, y que
son un testimonio más del afecto paterno a sus
queridos hijos lejanos.
1 Véase. Apéndice, doc. 3.
2 Carta del 15 de enero de 1876.
3 Carta del 25 de diciembre de 1875.
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