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Ordinario había prometido admitir a los clérigos
salesianos; pero en la práctica no quiso darse por
enterado. La justificación de su proceder no pudo
ser distinta para él de la aducida en su réplica
del 24 de mayo a la Sagrada Congregación, sobre el
asunto de las preguntas 1 que él no había recibido
nunca noticia de que la Congregación Salesiana
hubiera sido definitivamente aprobada por la Santa
Sede, ni que el Rector Mayor tuviera la facultad
de dar las dimisorias por un decenio. Ante tan
categóricas afirmaciones, nos inclinamos a suponer
en el Ordinario un doble olvido; porque el decreto
auténtico se lo presentó personalmente don Bosco
y, también, se lo comunicó directamente la Sagrada
Congregación de Obispos y Regulares.
En la misma comunicación se pasaba, además, a
las consabidas lamentaciones de que la
Congregación Salesiana recibía a seglares y
eclesiásticos que buscaban la manera de sustraerse
a la autoridad del Arzobispo. Esta era una
suposición gratuita; ((**It11.106**)) dejar
en medio de la calle a nadie no se concebía con la
caridad de don Bosco; ni tampoco podía negarse a
quien hubiera demostrado buenas disposiciones, el
permiso de ligarse, si no con los votos perpetuos,
al menos con los trienales, según las
Constituciones aprobadas por la Santa Sede.
Pero, >>cómo poderse entender? Aquel año se
celebró con alguna solemnidad el séptimo
aniversario de la consagración de la iglesia de
María Auxiliadora. Don Bosco invitó a Monseñor
para que asistiera y al mismo tiempo administrara
la confirmación a los internos del Oratorio,
sacramento que no confería desde hacía ya tres
años; instóle a ello con más insistencia que
nunca, por cuanto había entre los alumnos algunos
jovencitos que, ingresados hacía poco tiempo en el
seno de la Iglesia Católica, debían dejar el
Oratorio para volver a Inglaterra, con peligro de
no poderse ya confirmar.
La respuesta fue negativa en toda la línea,
hasta para la autorización de invitar a otro
Obispo a hacer sus veces. Resulta fácil imaginar
que la triple negativa no pudo pasar desapercibida
dentro del Oratorio ni tampoco fuera.
Una vez charlaba don Bosco con don Juan
Bautista Lemoyne en Trofarello y le dijo que jamás
hubiera creído posible una ruptura entre él y
monseñor Gastaldi, ni aunque una persona
prudentísima se lo hubiera jurado; tan estrechos
lazos de amistad les unían. A más de estos motivos
personales, él tenía como propio el honor del
Arzobispo. Conocedor como era de su natural
impetuoso, intentó en varias ocasiones frenarlo,
avisándole y rogándole.
1 Apéndice, documento n.° 9.(**Es11.97**))
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