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((**Es11.94**) Monseñor Fissore hizo un resumen de su relación y se lo envió cortésmente a don Bosco, el cual lo recibió en Roma y quedó conmovido al ver el alcance que también se daba allí ((**It11.102**)) a ciertas exigencias del Ordinario de Turín; por lo cual comunicó enseguida sus impresiones al cardenal Berardi. Eminencia Rvma.: A juzgar por la carta escrita a V. E., y que me envía a mí, se ve que el Arzobispo de Turín no quiere que ninguno de sus seminaristas entre en una congregación religiosa sin su previo examen sobre la vocación y sin su permiso. Esto me parece totalmente contrario a las disposiciones de la Santa Sede y a la carta escrita a él mismo por la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares. Y, además, pretender que tales seminaristas no puedan tampoco encontrar asilo en otras diócesis, me parece que va en contra, no sólo de los sagrados Cánones, sino de la misma caridad. Me hago partícipe del dolor por la grave situación de su suegra 1, y ya he escrito a Turín para que hagan súplicas especiales ante el altar de María Auxiliadora por V. E., para que lo conserve muchos años para bien de la Iglesia y de nuestra pobre Congregación. Dígnese otorgarme su bendición y créame, con profunda gratitud, de V. E. Rvma. Roma 28-2-1875. Su atto. y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Monseñor Fissore empezó a perder muy pronto el optimismo del primer momento. A primeros de marzo, no sabemos por qué, tuvo la impresión clara de que las malhadadas diferencias, lejos de haber desaparecido, comenzaban a reanimarse en torno a una cuestión, nacida en Turín, pero que enseguida se olvidó: la cuestión de sacerdotes de otras diócesis que, llegados para hacerse salesianos, no pedían a la Curia la facultad para celebrar. Aunque no había obligación de ninguna clase, don Bosco prometió pro bono pacis que, de entonces en adelante, pediría siempre dicha facultad; pero, en esto como en otras cosas, no quiso obligarse por escrito, pues no quería quedaran sin efecto los derechos de exención. El Arzobispo de Vercelli, quizá por indicios de que su obra pacificadora estuviese en peligro, quiso mantenerla y propuso el experimento de un acuerdo general, a través de una conven ción por escrito. Pero, conociendo la decidida oposición de 1 Su suegra. El cardenal Berardi, primeramente casado, fue un gran jurista y cardenal de la Santa Iglesia. Ya viudo, fue ordenado sacerdote y obispo. Ocupó altos cargos, antes de llegar a Secretario de Estado. (Véase: Historia de la Iglesia, de Fliche-Martín, Tomo XX, vol. I, n.° 219, pág. 435.) (N. del T.)(**Es11.94**))
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