((**Es11.88**)
y no se dieron más. Monseñor repite undequaque
estas quejas y no más. El punto difícil está en
que no cree nada de cuanto diga o escriba don
Bosco y, aunque repetidas veces se le ha asegurado
cuanto arriba digo, no nos da crédito y continúa
repitiendo lo mismo.
((**It11.95**)) Pero se
lamentó a Roma de otras cosas. Los escándalos que
dan los Salesianos, dice él, son tales, que temo
hayan incurrido en censuras eclesiásticas. Pero no
da razones, ni aduce ejemplos. En otra carta
reprocha la Organización de nuestra Congregación
diciendo: El gran número de los que salen de esta
Institución es motivo de censura de varios Obispos
y de esta su diócesis. Y pone el ejemplo del
reverendo Pignolo, un sacerdote de Saluzzo, de
siete que fueron al colegio de sordomudos, que
tuvieron una conducta escandalosa. Tuve varias
veces ocasión de decirle y escribirle que aquellos
sujetos no pertenecieron jamás a nuestra
Congregación. Y, sin embargo, él está convencido
de lo contrario y lo repite por doquier de palabra
y por escrito.
Le he suplicado varias veces, por carta y de
viva voz, que me dijera qué es lo que quiere de
mí, pues yo deseo satisfacerle en todo lo que me
sea posible. Dijo que quería examinar a nuestros
clérigos de Teología antes de admitirlos a las
órdenes. Fue complacido. Quiso que cuarenta días
antes de las ordenaciones se presentaran a él para
examinarlos sobre el lugar de sus estudios, el
lugar de nacimiento, la vocación y por qué habían
entrado en la Congregación. Se le contentó, aunque
ello me haya ocasionado graves molestias. Quiso
que yo le asegurara por escrito que no aceptaría
nunca a ningún seminarista expulsado de su
Seminario. Se le complació enseguida.
Sin embargo, hace ya tres años que no ha
querido admitir a ningún clérigo nuestro a las
Ordenes, a excepción de uno, que, tras haber
superado muchas dificultades, fue admitido a la
tonsura y a las órdenes menores el pasado
septiembre de 1874. Se negó a dar las cartas
testimoniales a algunos clérigos que pidieron
venirse con nosotros. No admitió al examen de
confesión a un sacerdote nuestro, que, además del
quinquenio teológico, había cursado el trienio de
moral en la Residencia Sacerdotal, sin aducir más
razones que la de que no había emitido los votos
perpetuos. Pero ísi las Reglas de todas las
Ordenes religiosas obligan actualmente a hacer los
votos trienales antes de emitir los perpetuos! Un
sacerdote, párroco de Como, fue aceptado en
nuestra Congregación; en cuanto lo supo, escribió
una carta a su Ordinario, en la que se decía:
prevéngase a don Luis Guanella (es el nombre del
sacerdote) que, al venir a esta Archidiócesis, no
obtendrá nunca el maneat ni la facultad de
predicar. La vigilia de Navidad tomó una grave
deliberación que, si no es la primera en la
Iglesia, lo es ciertamente por cuanto yo sé, en la
diócesis de Turín. La vigilia de Navidad, con un
decreto recibido aquel mismo día, quedaban
abolidas todas las facultades, favores y
privilegios concedidos por sus antecesores y por
él mismo a esta Congregación y a sus iglesias.
Exceptuaba solamente la facultad de preparar a
nuestros alumnos para la primera comunión y la
confirmación. Y, por tanto, la bendición con el
Santísimo Sacramento, las Cuarenta Horas, los
triduos y novenas, dar el viático y la extrema
unción, enterramientos y funerales en el interior
de las casas, quedaron abolidos después de treinta
años que se venían ejerciendo. Como se gozaba de
jurisdicción especial de la Santa Sede, hasta
ahora no se ha modificado nada, evitándose así
murmuraciones y escándalos.
((**It11.96**)) Estos
hechos suponen graves motivos, que nadie hasta
ahora ha podido saber.
Si, por fin, pudiera S. E. averiguarlos, sería
para mí un día de gran satisfacción poderlos
eliminar inmediatamente, por cuanto lo permitieran
mis fuerzas y nuestras Constituciones.
Si debiera decir lo que yo pienso, es que el
demonio, que previó el mucho bien(**Es11.88**))
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