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embarcado el grupo destinado a América y corría yo
a Niza para abrir aquella nueva casa. Estábamos
todavía con gestiones en Niza y se nos urgía para
la fundación de Bordighera. Aún no se había
realizado ésta, cuando precisaba apresurarse y
pensar en abrir en Turín la casa para las Hijas de
María Auxiliadora. En esto se presentó la
necesidad de ir a Roma, donde siempre hay una cosa
que empuja a otra. No se ha terminado el proyecto
de las Hijas de María Auxiliadora, y ya se
presenta al Padre Santo el de los Cooperadores
Salesianos. No ha habido tiempo para concluir
esto, cuando precipitadamente llega el pensamiento
de la Patagonia. La Patagonia misma se ve empujada
por el magnífico proyecto que ofrecen el cardenal
Franchi y el Padre Santo para un Vicariato en la
India... y después de una cosa, otra... y otra. La
pobre cabeza de don Bosco ya no puede con tantas
cosas y sufre terriblemente. Sin embargo, íhay que
ir adelante, siempre adelante! La consolidación de
la Pía Sociedad debe hacerse... y veo que se
hace... pero sin paradas>>.
Volvemos a ocuparnos del Documento. Se presenta
ante nuestros ojos con tal importancia que no lo
dejamos para el apéndice, aunque sea más bien
largo.
Nos parece bien insertarlo ahora en nuestra
narración, para leerlo por entero. Es don Bosco
quien escribe con su estilo sencillo y claro.
COOPERADORES SALESIANOS
La historia de los Cooperadores Salesianos se
remonta al 1841, cuando se empezó a reunir a los
muchachos pobres y abandonados en la ciudad de
Turín. Se reunían en lugares e iglesias a
propósito, se entretenían en agradables y honestos
pasatiempos, y se les enseñaba y preparaba para
recibir dignamente los santos sacramentos de la
confirmación, la confesión y la comunión. Para el
desempeño de las muchas y variadas funciones,
uniéronse varios señores, que con su prestación
personal y su beneficencia, sostenían la llamada
obra de los Oratorios Festivos. Estos señores eran
conocidos por el nombre de los oficios que
desempeñaban, pero, en general, se les llamaba
bienhechores, promotores y también cooperadores de
la Congregación de San Francisco de Sales.
Era el Superior de estos Oratorios el sacerdote
Juan Bosco, el cual, actuando en todo bajo la
inmediata dirección y autoridad del Arzobispo,
((**It11.85**)) ejercía
su ministerio recibiendo las oportunas facultades
oralmente y por escrito. Siempre que se presentaba
una dificultad, el Ordinario la allanaba por medio
del sacerdote Juan Bosco.
Las primeras concesiones del señor arzobispo
Fransoni fueron las de administrar los santos
sacramentos de la confesión y comunión, la del
cumplimiento del Precepto Pascual, la de admitir a
los niños para la primera comunión, predicar,
celebrar triduos, novenas, dirigir ejercicios
espirituales, dar la bendición con el Santísimo
Sacramento y cantar la misa.
Los llamados promotores y cooperadores
salesianos, que constituían como una verdadera
congregación bajo el título de San Francisco de
Sales, empezaron a obtener(**Es11.79**))
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