((**Es11.68**)((**It11.71**))
CAPITULO IV
LOS COOPERADORES SALESIANOS
LA figura definitiva del Cooperador Salesiano no
salió toda de golpe de la mente de don Bosco.
Desde el esbozo inicial del año 1841, cuando
sintió la necesidad de ser ayudado en sus
oratorios festivos con la colaboración y
beneficencia de seglares y eclesiásticos, se llega
a los retoques de última hora con la triple
redacción del programa durante los años 1874, 1875
y 1876. Entonces quedó definida para siempre la
fisonomía del Cooperador Salesiano. No será
inoportuno hacer un examen comparativo de los tres
documentos que se completan y explican mutuamente
1.
Ante todo el título. Lo que inicialmente empezó
llamándose Unión Cristiana y después Asociación de
obras buenas, terminó cediendo el paso a
Cooperadores Salesianos.
Una cosa es unión y otra asociación. La primera
idea se ve que fue la de unir en un solo haz las
fuerzas del bien para oponerlas victoriosamente a
la invasión del mal. Pero al principio pareció que
bastaba una agrupación de personas, que se
entendieran entre sí para conseguir un fin
dejándose llevar por su buena voluntad; después,
se vio una agrupación más compacta como de
miembros que formaban un cuerpo orgánico. En
efecto, entre la primera y la segunda etapa se
advierte un elemento nuevo: un vínculo estable de
unión, constituido por la Congregación Salesiana,
la cual, una vez alcanzada su plena existencia
jurídica en la Iglesia, estrechaba más los
vínculos de unión entre sus colaboradores y ella
misma.
((**It11.72**)) Esto
permitió seguir más adelante y llamarlos sin más
Cooperadores Salesianos, cual si se tratara de una
verdadera y propia organización, comparada
efectivamente a una tercera orden, y bajo este
aspecto fueron considerados por la Iglesia cuando
recibieron la aprobación canónica.
Y del puro y simple título pasamos a su
finalidad. Está sobreentendida
1 Para el primer programa, véase el Volumen X;
para los otros dos, el Apéndice, documentos n.° 4
y n.° 5.(**Es11.68**))
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