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El caso es que, al año siguiente, se
restableció la escuela de fuego en el Oratorio.
((**It11.70**)) Habría
sido un grave error no favorecerla. Había por
aquellos tiempos en el Oratorio algunos hombres
que, en el decir de don Bosco, podían considerarse
como verdaderos santos y que estaban muy
instruidos en las cuestiones religiosas. Estos
individuos acababan por desear hacerse sacerdotes,
y se lo pedían insistentemente a don Bosco. En
tres o cuatro años se les podría convertir en
perfectos misioneros, dijo él una noche en una
conversación íntima 1.
Precisamente, al acabar aquella conversación y
dirigirse a su habitación para ir a acostarse, se
encontró con dos de aquellos buenos seglares.
-He aquí, dijo dirigiéndose a uno que se
llamaba Lago, un excelente misionero; con esta
barba se impondría al mismísimo Sha de Persia.
>>Quieres que te mandemos a Oceanía?
-Estoy en sus manos; por mí, esta misma noche,
respondió Lago.
-Bueno, ya veremos. Pero >>vestido así?
Tendremos que hacerte sacerdote. íAnimo! Dejemos
que actúe el Señor.
Después dirigió al otro palabras similares;
tanto que los dos, mientras se iban a acostar,
estaban fuera de sí por la alegría.
Lago, que era farmacéutico, había entregado
todo su patrimonio para las Obras Salesianas. Fue
realmente sacerdote. Trabajó mucho en el
ministerio de la confesión y fue el incomparable e
infatigable secretario de don Miguel Rúa, hasta la
muerte.
Toda una pléyade de celosos apóstoles, cuya
fama gloriosa se perpetuará en la historia de las
Misiones, salió y continúa saliendo de las filas
de los Hijos de María. <>.
1 Crónica de don Julio Barberis, 6-12-1875.
2 El P. Grisar, S. I., publicó el año 1915 en
Die Katholischen Missionen de Friburgo varios
artículos sobre las Misiones Salesianas de don
Bosco, que, recogidos en un volumen, forman una
completa monografía. Véase: Boletín Salesiano, en
italiano, octubre de 1915, pág. 305.(**Es11.67**))
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