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ocasión de contentar el deseo de los más avanzados
en años, que, impacientes por tener que detenerse
en detalles, pedían acelerar los cursos. En casa,
además, se necesitaban personas para emplearlas en
ocupaciones que no suponían mucho trabajo, pero
que requerían personas de fiar; para lo que
servían a maravilla aquellos sujetos ya maduros,
bien intencionados y no sujetos a un horario
inflexible como los muchachos.
Estas eran algunas de las ((**It11.69**)) razones
por las que don Bosco quería tanto aquella escuela
por la que no ahorraba nada, con tal de verla
florecer.
Pero también sabemos que no todos la veían con
buenos ojos. El mismo maestro se lamentaba de que
los alumnos, distraídos con ocupaciones muy
distintas, no estudiaban bastante y no eran
puntuales y asiduos a las clases. Ya no estaba
tampoco al frente don Luis Guanella, para
dedicarle su cariñoso interés, porque le habían
destinado a dirigir la nueva casa de la Trinidad
en Mondoví; por otra parte, el Hospicio de San
Pier d'Arena aparecía cada vez más adaptado para
ser la sede típica de los Hijos de María. Al
planificar el curso escolar 1876-77, durante la
ausencia de don Bosco, se intentó un golpe de
mano, que resultó más factible por la sumisa
bondad de don José Lazzero, entonces vicerrector,
quien pro bono pacis dejó que corriera el asunto:
la escuela de fuego se deshizo, algunos de sus
alumnos fueron enviados a San Pier d'Arena y otros
distribuidos entre los cursos normales.
Don Bosco, que barruntó algo de ello en Roma,
no esperó hasta su vuelta para expresar su
disgusto. Era él quien había establecido aquella
escuela; él mismo se había puesto de acuerdo con
don Celestino Durando para perfeccionarla; en
diversas ocasiones y de mil maneras había dado a
entender cuánto le costaba que anduviera bien. La
contrariedad debió causarle, sin lugar a dudas,
mucha pena. <> 1.
A más de lo dicho parece que uno de los motivos
de don Bosco era que, de aquellos jóvenes ya
maduros, pensaba sacar excelentes misioneros, que
él mismo iría plasmando con sus propias manos. Ya
lo había conseguido con algunos pocos de vez en
cuando. Pero ahora se prometía mejores resultados,
trabajando a mayor escala. Son cosas que ahora se
deducen de cuanto sucedió, pero que don Bosco no
podía manifestar en público.
1 Carta a don Julio Barberis,
10-11-1876.(**Es11.66**))
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