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oraciones y esperamos que Dios nos oiga y bendiga
sus obras y le conserve ad multos annos para el
bien de la Iglesia. Amén.
Juntamente con los sacerdotes Cagliero, Rúa,
Savio, Francesia, el poeta, y el caballero Oreglia
le profesamos la más profunda gratitud, mientras,
en nombre de todos nuestros alumnos, le pido su
santa bendición y tengo el alto honor de poderme
profesar,
De V. E. Rvma.
Turín, 2 de junio de 1868.
Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.
P. S. Si fuere preciso, iría a Roma a la menor
indicación.
5
Eminencia Reverendísima:
Yo hago como un pobre chiquillo que, cuando se
encuentra apurado, acude a la bondad de su padre,
como yo recurro a V. E. Rvma.
He aquí de qué se trata:
Nuestro Arzobispo, creyendo seguir un buen
acuerdo, estableció que ningún clérigo de su
diócesis pueda permanecer fuera de su Seminario;
así las cosas, el Cottolengo y yo estábamos a
punto de cerrar nuestras casas, cuyos alumnos son
enseñados y asistidos por clérigos, o desobedecer
al Superior.
Por suerte yo preveía hace tiempo esta
disposición y mis clérigos eran todos de otras
diócesis, salvo algunos que pretenden formar parte
de la Sociedad de San Francisco de Sales.
El Arzobispo, tras algunas reflexiones, hizo
una excepción para éstos; pero, llegada la época
de las ordenaciones, revocó el permiso y no quiso
admitir a nadie, si no iba al Seminario. Eran
solamente tres y los tres pertenecían a la
Sociedad; como los tres son Profesores y
responsables de una clase ante el gobierno, no he
podido obedecer, y en consecuencia no ha habido
ninguna ordenación; ((**It11.619**)) por
otro lado, si yo mando mis clérigos al Seminario,
>>dónde queda el espíritu de disciplina de la
Sociedad? >>Dónde encontrar más de cien
catequistas para otras tantas clases de niños? El
que pasa un quinquenio en el Seminario, >>querrá
volver a encerrarse en el Oratorio?
Andaba yo preocupado con estos pensamientos,
cuando nacieron más graves dificultades por lo
anotado aparte.
>>Puedo yo en conciencia mandar estos clérigos
a clase al Seminario? Me parece que no. Hasta
ahora iban, pero con miedo a perder el espíritu de
nuestra Sociedad.
Ya he hecho referencia de esto a monseñor
Berardi; él examinó la cuestión y me contestó que
se podría intentar la aprobación de la Sociedad y
que, con este fin, fuera consiguiendo algunas
cartas comendaticias de los Ordinarios que
disfrutan de algún modo de esta institución. Su
Eminencia, que ha examinado todo en Roma, sabrá
precisamente cuál es la voluntad del Padre Santo y
del cardenal Quaglia, y, por tanto, podrá darme un
consejo paternal, que yo seguiré a ciegas.
En esta casa conservamos el más vivo recuerdo
de V. E. y rogamos cada día al
(**Es11.520**))
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