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Los nuevos misioneros, de vuelta de Roma, donde
el 1.° de noviembre fueron paternalmente recibidos
y bendecidos por el Sumo Pontífice Pío IX,
tuvieron el día 11 por la mañana la satisfacción
de presentarse a su Excelencia Reverendísima
monseñor Lorenzo Gastaldi, Arzobispo de Turín, el
cual, con toda la efusión de su corazón paternal,
les dio, en su Oratorio privado, la bendición
pastoral y con ella un precioso recuerdo para
llevarlo consigo a su lejana misión.
Al atardecer del mismo día estaba la iglesia
más atestada de público que de costumbre. Los
misioneros, vestidos en traje de viaje, se
colocaron en un lugar distinguido del presbiterio,
en compañía del comendador Juan Bautista Gazzolo,
principal organizador de esta expedición,
revestido de sus insignias de Cónsul de Argentina.
Comenzó la función con unas palabras breves y
oportunísimas de su superior y padre don Juan
Bosco, el cual, con su elocuencia fácil y
afectuosa, dio el adiós de despedida a sus hijos.
Hizo alusión al origen del apostolado cristiano y
al fin principal de su misión: las necesidades de
nuestros hermanos de lejanas tierras. Manifestó
sus esperanzas de que a esta primera expedición
seguirían otras y que la acción apostólica de los
Salesianos se extendería, con el tiempo, desde La
Plata a las regiones vecinas y más especialmente a
la Patagonia, donde existen zonas a las que aún no
ha llegado la religión y, por tanto, tampoco la
civilización. Terminó encomendado a sus oraciones
a los salesianos que quedaban aquí, y a las de
éstos a los misioneros, para que se encuentren
ayudados en sus fatigas apostólicas y continúe en
unidad de espíritu el progreso de la Familia
Salesiana.
Diose después la bendición con Su Divina
Majestad. Y a continuación se entonó el Veni
Creator. Subió luego al altar el muy Rvdo.
Superior don Bosco y dijo las hermosas oraciones
que la ((**It11.591**))
Iglesia pone en boca de sus hijos cuando se
disponen a emprender un viaje, y que se llaman
Itinerarium clericorum, y las cerró con su
bendición personal a los nuevos misioneros.
Entonces tuvo lugar el momento más conmovedor
de la función, que suscitó por todo el templo
llantos y gemidos que vencieron la entereza de los
jóvenes apóstoles; porque no es virtud el no
sentir la piedad, ya que la religión cristiana no
atrofia los afectos, sino que da coraje para
superarlos porque no nos detienen para cumplir la
voluntad de Dios. El misionero que parte lleva
consigo el amor a la patria y a la familia, pero
ennoblecido y perfeccionado; y ha de tener un
corazón sensibilísimo para renunciar a sus propias
comodidades, a sus aficiones más geniales, a la
misma vida con el fin de llevar a los hermanos de
aquellos remotos países el tesoro incomparable de
la Fe.
Una coral de muchachos cantaba desde el coro el
Sit nomen Domini benedietum ex hoc nunc et usque
in saeculum, mientras que en el presbiterio se
procedía al abrazo y el beso de los hermanos
viajeros. Fue un momento de emoción
indescriptible, que creció aún más cuando los diez
misioneros, saliendo de la balaustrada, tuvieron
que trabajar no poco para desasirse de la gente
que se precipitaba sobre ellos para abrazarlos y
besarlos, con tanto cariño que nos recordaba
aquello de san Pablo: Magnus fletus factus est
omnium et procumbentes super collum Pauli
osculabantur eum.
Fuera de la iglesia esperaban los coches que
condujeron a los misioneros hasta la estación del
ferrocarril, desde donde salieron aquella misma
tarde hacia Génova. Ayer se embarcaron con el
nombrado comendador Juan Bautista Gazzolo y un
grupo de religiosas de Nuestra Señora de la
Misericordia de Savona, hacia la República
Argentina.
íQue tengan buen viaje y vean coronado con el
éxito su heroico sacrificio!
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