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que ya es oficial del ejército, y pidieron que le
dejara salir. Respondí que no se podía. Ellos
insistieron hasta casi insultarme. Yo les hice
notar que ése era el reglamento y que había que
cumplirlo. Y no se quedaban satisfechos. Entonces
me dirigí seriamente al oficial y le dije:
-Escuche un momento. Usted pertenece al
ejército y me puede comprender. >>Qué diría su
Coronel, si yo me presentara a él y le dijera?
-Señor Coronel, sé que el reglamento del
ejército prohíbe esto y aquello, pero yo quisiera
que, en atención a mí, atropellase el reglamento.
Y si el Coronel no cediera, yo insistiera
forzándole:
-Déjese, déjese de reglamentos...
-Yo soy el Coronel, respondería; y tengo mi
reglamento. >>Qué me diría usted mismo si yo fuese
débil y lo atropellara para dar gusto a un
tercero?
Lo comprendió el oficial y dijo:
-Don Bosco, tiene usted toda la razón, hemos
hecho mal en insistir. íVámonos! Estoy muy
satisfecho de que mi hermano viva bajo su
disciplina.
Y empezaron a alabarme y llamar afortunados a
los que son dirigidos así.
He dicho esto para haceros ver que, aunque
parece descortesía el no condescender en todo,
cuando ven que es para conservar el orden y que,
cuando del orden se trata no se transige en nada,
se quedan sorprendidos y se van muy satisfechos.
Huir además de los espectáculos, teatros,
bailes, reuniones y, en general, vivir muy
retirados.
((**It11.583**)) Huir
de las amistades con los muchachos. Sigamos un
poco mas lejos; no basta huir de la familiaridad
con personas de otro sexo, de los banquetes, las
tertulias, etcétera. Os digo que también hay que
huir de la familiaridad con las personas del mismo
sexo, y, lo primero, no haya nunca amistades
sensibleras entre vosotros mismos.
Además, si tenéis que salir de casa, elegid por
compañero al mas díscolo; y si se acerca otro
alocado, admitidlo también. Con los muchachos,
vengamos al caso practico. Yo que siempre
recomiendo se esté en medio de los muchachos, >>os
voy a decir ahora que huyáis de ellos?
Entendámonos bien. Hay que estar con ellos, en
medio de ellos; pero nunca a solas con ninguno;
nunca mas con uno que con otro. Digámoslo
francamente: la ruina de las Congregaciones
religiosas, que se dedican a la instrucción de la
juventud, debe atribuirse a esto. Ciertamente son
exageradas algunas calumnias de estos últimos
años, en relación con algunos religiosos y el
cierre de algunos colegios de los mas florecientes
de Italia; pero, digamos también, que no se
hubiera llegado a estos excesos, de no haber
habido sospechas muy fundadas en muchos casos.
Yo he llegado a la edad de cincuenta años sin
conocer esta clase de peligros; pero
lamentablemente he debido convencerme después de
que este gravísimo peligro existe, que es
apremiante y que es preciso estar muy en guardia.
Por tanto, yo digo: no se bese nunca a los
muchachos, ni se les acaricie. No se tenga mas
amistad con un joven que con otro, especialmente
con los mas agraciados. Nada de escribirse cartas.
Si supierais a cuantos maleó esto de escribirse
cartitas empalagosas y, en este mismo año, cuantas
tonterías y chiquilladas se han escrito; cartas
que pasaron por muchas manos y cayeron después en
las mías. Nada de regalitos particulares. Los
regalos de estampas, de caramelos y dulces o de
cualquier cosa son peligrosísimos, cuando se hacen
por simpatía y privadamente. Se pueden dar
pequeños premios en clase al mas aplicado, al que
mejor se portó durante un tiempo determinado, al
que hizo mejor un trabajo determinado: esto sí que
se puede hacer para animar a los alumnos, pero mas
no. >>Y qué decir de quien, aun por motivos
buenos, condujera
(**Es11.490**))
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