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((**Es11.490**) que ya es oficial del ejército, y pidieron que le dejara salir. Respondí que no se podía. Ellos insistieron hasta casi insultarme. Yo les hice notar que ése era el reglamento y que había que cumplirlo. Y no se quedaban satisfechos. Entonces me dirigí seriamente al oficial y le dije: -Escuche un momento. Usted pertenece al ejército y me puede comprender. >>Qué diría su Coronel, si yo me presentara a él y le dijera? -Señor Coronel, sé que el reglamento del ejército prohíbe esto y aquello, pero yo quisiera que, en atención a mí, atropellase el reglamento. Y si el Coronel no cediera, yo insistiera forzándole: -Déjese, déjese de reglamentos... -Yo soy el Coronel, respondería; y tengo mi reglamento. >>Qué me diría usted mismo si yo fuese débil y lo atropellara para dar gusto a un tercero? Lo comprendió el oficial y dijo: -Don Bosco, tiene usted toda la razón, hemos hecho mal en insistir. íVámonos! Estoy muy satisfecho de que mi hermano viva bajo su disciplina. Y empezaron a alabarme y llamar afortunados a los que son dirigidos así. He dicho esto para haceros ver que, aunque parece descortesía el no condescender en todo, cuando ven que es para conservar el orden y que, cuando del orden se trata no se transige en nada, se quedan sorprendidos y se van muy satisfechos. Huir además de los espectáculos, teatros, bailes, reuniones y, en general, vivir muy retirados. ((**It11.583**)) Huir de las amistades con los muchachos. Sigamos un poco mas lejos; no basta huir de la familiaridad con personas de otro sexo, de los banquetes, las tertulias, etcétera. Os digo que también hay que huir de la familiaridad con las personas del mismo sexo, y, lo primero, no haya nunca amistades sensibleras entre vosotros mismos. Además, si tenéis que salir de casa, elegid por compañero al mas díscolo; y si se acerca otro alocado, admitidlo también. Con los muchachos, vengamos al caso practico. Yo que siempre recomiendo se esté en medio de los muchachos, >>os voy a decir ahora que huyáis de ellos? Entendámonos bien. Hay que estar con ellos, en medio de ellos; pero nunca a solas con ninguno; nunca mas con uno que con otro. Digámoslo francamente: la ruina de las Congregaciones religiosas, que se dedican a la instrucción de la juventud, debe atribuirse a esto. Ciertamente son exageradas algunas calumnias de estos últimos años, en relación con algunos religiosos y el cierre de algunos colegios de los mas florecientes de Italia; pero, digamos también, que no se hubiera llegado a estos excesos, de no haber habido sospechas muy fundadas en muchos casos. Yo he llegado a la edad de cincuenta años sin conocer esta clase de peligros; pero lamentablemente he debido convencerme después de que este gravísimo peligro existe, que es apremiante y que es preciso estar muy en guardia. Por tanto, yo digo: no se bese nunca a los muchachos, ni se les acaricie. No se tenga mas amistad con un joven que con otro, especialmente con los mas agraciados. Nada de escribirse cartas. Si supierais a cuantos maleó esto de escribirse cartitas empalagosas y, en este mismo año, cuantas tonterías y chiquilladas se han escrito; cartas que pasaron por muchas manos y cayeron después en las mías. Nada de regalitos particulares. Los regalos de estampas, de caramelos y dulces o de cualquier cosa son peligrosísimos, cuando se hacen por simpatía y privadamente. Se pueden dar pequeños premios en clase al mas aplicado, al que mejor se portó durante un tiempo determinado, al que hizo mejor un trabajo determinado: esto sí que se puede hacer para animar a los alumnos, pero mas no. >>Y qué decir de quien, aun por motivos buenos, condujera (**Es11.490**))
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