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íCuántos peligros encuentra la vocación en la
tierra natal! No se habla allí más que de
intereses o de algo peor.
-íMira qué mal van las cosas! íDeudas por aquí,
deudas por allí! íQué bien si estuvieras tú con
nosotros!
O bien:
-Podrías hacerte sacerdote aquí en el pueblo.
Fíjate en la familia tal: con la ayuda del cura
han comprado aquí, han construido allí. Todos los
de la familia prosperan. Y mira, nosotros
podríamos comprar aquello, que nos vendría tan
bien... Además, en todas partes se puede llevar
vida de santo sacerdote y hacer el bien. íQué
falta hace encerrarse entre cuatro paredes!
Lo dice bien claro santo Tomás: In negotio
vocationis parentes inimicos, non amicos se
praebent: ideo nec consulendi sunt.
A veces, añade el peor de los hermanos:
-En fin de cuentas el Señor dice que hay que
honrar al padre y a la madre.
>>Y cómo se las arreglará el pobre clérigo o
joven para mantenerse firme ante tantos asaltos?
Muchas veces entra también en escena el párroco.
->>Con que quieres quedarte con don Bosco? Con
la necesidad de sacerdotes que hay en la Diócesis.
Además yo contaba contigo. Porque íquién sabe! Yo
ya soy viejo y tú podrías sucederme...
San Jerónimo dice que él fue una vez y prometió
no volver más, porque durante algún tiempo le
atormentó la tentación de abandonar el desierto
para ir a socorrer a sus parientes. Suponed que
hubiese ido: >>contaría hoy la Iglesia con su
mayor doctor? >>Hubiera llegado a ser el gran
santo que es?
C) Medios negativos para CONSERVAR LA
CASTIDAD
No puedo, queridos hijos míos, entretenerme
este año hablando con vosotros de muchas cosas de
las que desearía hablaros. Sería muy conveniente
hablaros de los votos y de los grandes bienes que
acarrean, de la utilidad que reportan al que los
hace y a la misma Iglesia, pues ellos originan las
distintas órdenes religiosas, y sin ellos se
hunden las órdenes. Querría hablaros de la pobreza
religiosa, que nosotros debemos amar, y no sólo
hacer ver la belleza de la pobreza en sí misma,
sino descender a los detalles y hacer amar a los
amigos de la pobreza, para que no nos suceda a
nosotros lo que san Jerónimo y san Bernardo decían
a ciertos monjes de sus tiempos, a los que les
gustaba el nombre de la pobreza, con tal de no
experimentar sus efectos; es decir, que no aman a
los amigos, a los compañeros de la pobreza. Muy
útil sería también hablaros de la obediencia
religiosa. Se la necesita mucho, pues con ella una
casa puede ir adelante prósperamente y ((**It11.581**)) sin
ella nada puede sostenerse en el mundo, porque el
Señor ha hecho todo con cierta jerarquía, de modo
que una sola rueda que no gire, es decir, un solo
individuo que no obedezca, puede hacer que marche
mal toda una máquina. Pero de todas estas cosas,
en parte ya os hablan los otros predicadores, en
parte ya las conocéis bastante y en parte os las
dirán otras veces. Yo creo oportuno hablaros hoy
de una virtud que me parece a mí es la base de
todas, la que prácticamente debe servir de base
para todo el edificio religioso, de esa virtud
que, por su preciosidad, es llamada virtud
angélica. Yo no sé si voy a decir un despropósito;
pero es mi parecer que, quien la posee está seguro
de poseer todas las demás; y el que no, puede que
posea alguna más, pero todas quedan ofuscadas y,
sin ella, pronto desaparecerán.
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